Reseña de la novela 'La playa de los ahogados', de Domingo Villar

Reseña de la novela ‘La playa de los ahogados’, de Domingo Villar

El inspector de policía Leo Caldas está en el hospital, donde su tío está ingresado. Está luchando por respirar, aunque le darán el alta próximamente. En el transcurso del tiempo, al inspector le llega un aviso: ha aparecido un cadáver en una playa de Panxón, pero él, en lugar de ir, se queda en la casa de su padre y manda a su ayudante, el aragonés Rafael Estévez, para el levantamiento del cadáver.

La playa de los ahogados‘ (Siruela Policíaca, 2009), de Domingo Villar, es una narración tranquila, lenta, en la que el descubrimiento de la causa de la muerte del pescador se cocerá a fuego lento. Como los buenos guisos gallegos. Es como si los crímenes en Galicia se investigaran a otro ritmo, donde el espectáculo y las prisas no existen.

De tal forma que poco a poco se irá descubriendo quién es el pescador ahogado, que responde al nombre de Justo Castelo. Un hombre rubio, tímido, callado, que no se mete en problemas, sin amigos. Ni siquiera comparte vida con sus antiguos compañeros de faenas desde una noche de 1996, cuando falleció en alta mar el capitán Sousa y sus tres pescadores, Castelo, José Arias y Marcos Valverde, consiguieron sobrevivir.

A medida que avance la investigación de ‘La playa de los ahogados‘, la historia se complicará y dará lugar a que el lector conozca no solo el pasado oscuro de estos pescadores. También se adentrará en el subconsciente de la colectividad y en los rumores de pueblo, que incluyen a fantasmas hostigando a los vivos. Fantasmas que, al ser mencionados, provocarán que los vivos toquen madera y escupan al suelo. Algo que no le gusta nada a Rafael Estévez, un agente corpulento, a veces de malos modales, cuyo carácter aragonés choca frontalmente con la idiosincrasia gallega.

Y es que las horas pasan despacio sin que los avances en la resolución del caso de la muerte de Justo Castelo parezca que pueda resolverse. A lo cual hay que sumar las respuestas con preguntas y el carácter gallego para que Estévez se lleve de vez en cuando reprimendas de Leo Caldas. Dos personalidades que chocan más de una vez, cada uno resolutivo a su manera, mucho más pausado y reflexivo Caldas, mucho más pasional Estévez. Dos buenos policías, cada uno a su manera, con un objetivo común.

Porque aunque todos en el pueblo y la lonja crean que Justo Castelo se ha suicidado al ser descubierto su cadáver con bridas en las manos, Leo Caldas no lo cree así. ¿Estamos ante un suicidio o un homicidio como caso principal de ‘La playa de los ahogados‘. Si es un crimen, ¿quién le asesinó y por qué motivo? La doble pregunta clave que el lector se hará, seguramente, más veces si cabe que Castelo. Un inspector que cuenta con la confianza plena del comisario Soto, pero que no se libra de la sorna de los parroquianos del bar donde suele ir a comer.

Por culpa del periodista Santiago Losada, presentador del programa de radio Patrullas en las ondas, en el que Caldas atiende las dudas de los ciudadanos de Vigo. Losada pone de fondo una canción mientras Caldas se queda pensativo, poniendo de los nervios al inspector mientras trata de hablar con los oyentes. Un trabajo de obligado cumplimiento pese a que todas las cuestiones son para la Policía Municipal y ninguno para él y su departamento. Y que hace que más de una persona con la que habla durante la investigación de la muerte de Justo Castelo más de uno le diga si es el Caldas del programa de radio.

La playa de los ahogados‘ de Domingo Villar es una muy buena novela policíaca, llevada al cine y cuya versión cinematográfica se puede ver en la web de RTVE. Su trama va más allá de las faenas diarias de los pescadores, tocando también temas personales como la incapacidad de Caldas de hablar con Alba, su expareja, a pesar de que su padre le anima a hacerlo. Un hombre mayor que cuida de su hermano y que no se quiere jubilar del todo, ya que se ha montado un viñedo al lado de su casa.

Esta es una novela que no solo trata sobre la soledad del mar y de lo extraño que es que compañeros de barco dejen de hablarse tras un hecho tan traumático como un hundimiento en el que murió su capitán. Trata sobre la soledad en la tierra, sobre el miedo y cómo es libre, cada uno le tiene miedo a una cosa y eso no se puede evitar. Miedo que hace callar, miedo que hace huir, miedo que hace tocar madera y escupir a mencionar a fantasmas que vagan buscando venganza contra los vivos.

Con ‘La playa de los ahogados‘, Domingo Villar (ya he escrito una reseña de otro libro suyo, ‘El último barco‘, continuación de este) demuestra lo buen escrito que es. El domino del lenguaje, del ritmo que, eso sí, se mantiene bastante constante, sin sobresaltos, más bien plano. Pero un ritmo marcado como su propio estilo literario, que a quien guste le atrapará y a quien no, pues no le motivará a seguir leyendo.

Pero he ahí la diferencia entre una novela negra rápida, trepidante, como las de Carmen Mola (La novia gitana o La red púrpura) o los thrillers de Juan Gómez-Jurado. Y las novelas mucho más pausadas y reflexivas, como ‘Cuando sale la reclusa‘ de Fred Vargas. Unos novelistas (Gómez-Jurado o Carmen Mola) tienden al lenguaje y ritmo más cinematográficos al más puro estilo hollywoodiense: priman la acción sobre los diálogos. Otros (Fred Vargas, John Banville o Domingo Villar) prefieren más pausa y, a mi juicio, más calidad literaria.

Al fin y al cabo, es cuestión de gustos. Pero con ‘La playa de los ahogados‘ es bien seguro que el lector disfrutará de un buen guiso, del fuego lento, de una investigación lenta, y aunque no podamos decir que con paso seguro, al menos sí muy interesante. Pese a todo, una pequeña crítica negativa: me da la sensación de que la resolución es un poco acelerada y que los pequeños detalles que hacen que se descubra la verdad llegan acelerados. Quizás, con esta sensación, ese es el único «pero» que se le puede poner a esta novela de Domingo Villar: una novela en la que se avanza poco y concluye, tal vez, con un fogonazo repentino de iluminación.

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