Un padre entra en la habitación de su hija pequeña, un bebé que duerme plácidamente. Coge un osito de peluche, lo acerca al rostro de su hija y aprieta hasta matarla, pero sin apenas dejarle la más mínima marca en la cara. Los ositos de peluche de la habitación miran horrorizados la escena, mientras la abuela de la niña duerme en esa casa, al cuidado de la bebé mientra sus padres habían salido a cenar, sin saber lo que está sucediendo. Así comienza ‘Ofrenda a la tormenta‘ (Editorial Destino, 2014) la tercera novela de la Trilogía del Baztán de Dolores Redondo.
Una novela policial impecable en todos los sentidos que sigue haciendo que el lector viva y se estremezcla con la lucha del bien y del mal en el Valle de Baztán navarro. No solo en lo terrenal, sino hundiéndose en las raíces más profundas del miedo humano y las creencias y mitos de religiones previas al cristianismo.
Contra todo eso y mucho más se tiene que enfrentar la inspectora Amaia Salazar, de la Policía Foral de Navarra en Elizondo, prosiguiendo el hilo conductor que nació con ‘El guardián invisible‘ y continuó con ‘Legado en los huesos‘. La inspectora de la Policía Foral de Navarra, Jefa de Homicidios, se enfrentará a fuerzas sobrenaturales aún con el convencimiento de que su madre Rosario Iturzaeta está viva, que no murió y que su abrigo encontrado en el río no es una prueba de su fallecimiento. Sin embargo, como en una buena novela policial, no lo tendrá nada fácil. Ni se habrá recuperado del todo de que su propia madre haya estado a punto de matar a su hijo recién nacido, Ibai.
Un mes después del final del relato de ‘Legado en los huesos‘, la novela ‘Ofrenda a la tormenta‘ sigue cautivando a quien lee la historia. Un mes después de detener al doctor Berasategui, el tartallo, apenas nadie la creerá. Sin acabar con esta trama, Dolores Redondo no deja de asombrar con su ritmo, con su lenguaje, su dominio de la mitología vasco-navarra, con su capacidad de escribir novelas de gran altura literaria, como lo es esta trilogía. Sin embargo, Barasategui no será el principal problema al que se enfrente Amaia Salazar.
¿Por qué el padre de la pequeña, Valentín Esparza después de matarla, quiso llevarse escondido el cadáver y ni incinerarlo ni enterrarlo? ¿Qué pinta Berasategui y su clínica en todo ello? ¿Y qué papel tiene el padre Sarasola en el libro, como puede saber más que la propia Amaia Salazar sin ser parte de la investigación? ¿Qué relación hay o no entre los bebés que fallecen según el diagnóstico oficial por muerte de cuna, que ya apareció mencionada en ‘Legado en los huesos‘?
Todo es muy raro y poco a poco se va abriendo la madeja, en la que lo sobrenatural y lo humano dejan de ser dos espacios separados. Es más, en la que lo sobrenatural realmente es más poderoso que lo humano y lo domina totalmente. Haciendo duda a las mentes racionales. La tía Engrasi bien lo sabe, conoce a la perfección a Amaia Salazar, y le advierte una vez más de lo peligroso que es abrir algunas puertas.
Pero en ‘Ofrenda a la tormenta‘ la inspectora no dudará en abrirlas todas, aunque al otro lado tenga que ver a Inguma, un demonio que mata a los bebés de forma fulminante. Siempre con el agente del FBI Aloisius Dupree al otro lado del teléfono guiándola. Lo más misterioso no será eso, sino cómo las piezas irán encajando e introduciendo al lector en un mundo tenebroso de sectas, en una tierra, como el Valle de Baztán, en la que se están rompiendo los equilibrios de la naturaleza.
El Basajaun de ‘El guardián invisible‘ quedó atrás (o eso parecía), pero Amaia Salazar incluso cree que se lo ha encontrado mientras busca una casa en mitad del valle buscando el lugar donde está convencida de que ha estado su madre. Esto la confunde, pero la trama policial y macabra, perfecta, no será lo único que la confundirá. Igual que ocurre en las novelas anteriores de la Trilogía del Baztán, es perfecta la unión de vida personal y vida profesional de Amaia Salazar.
Se sigue masticando la tensión entre las tres hermanas (Flora, Ros y Amaia), nos seguimos preguntando por qué Flore va al cementerio a ver la tumba de Anne Arbizu, una de las chicas asesinadas en ‘El guardián invisible‘. Sigue conmoviendo y sorprendiendo la sabiduría de la tía Engresi. Y la vida de la inspectora, en apariencia feliz con James y su hijo Ibai, se verá desequilibrada por la capacidad de seducción del juez Markina.
Ya se lo dice el agente Jonan Etxaide: la mente de la inspectora Amaia Salazar está nublada y eso puede ser un riesgo. Máxime cuando el enemigo es tan peligroso, tan macabro y sin piedad. Y es que en muchas ocasiones el amor sí que es una fuerza sobrenatural mucho más poderosa que cualquier razonamiento y mente científica. Si a las nieblas del amor le unimos a demonios que matan a bebés y madres como Yolanda Berrueta convencidas de que sus hijos no están enterrados, tenemos un cóctel literario impresionante.
¿Por qué ‘Ofrenda a la tormenta‘ es tan buena novela? Porque no pasa una página sin que el lector no deje de parar de leer. De juzgar incluso si la inspectora Amaia Salazar esté equivocada con respecto a que su madre Rosario está muerta o vida. Con que si la inspectora hace bien o mal con sus sentimientos y si su amor a James es realmente irrompible o, como cualquier relación, puede resquebrajarse. Al igual que la unión en torno a ella de los agentes de la comisaría de Elizondo pende de un hilo, con Iriarte enfrentando a ella pese a que Etxaide, Zabalza y el subinspector Fermín Montes sí están con ella.
También hay que valorar mucho el tratamiento y evolución que tienen todos los personajes a lo largo de la historia. Con Amaia Salazar en el centro del caos en todos los sentidos, demostrando ser una excelente inspectora de Policía (por algo la invitan a las sesiones del FBI en Quantico), pero ante todo, un ser humano. Mientras que en otras novelas policías o thrillers tenemos protagonistas, inspectores o agentes que parecen genios y no necesitan ninguna ayuda, Amaia Salazar es humana.
Es una mujer que sufre, que se enamora, que pierde el control. Que tiene sobre ello el peso del dolor, el peso del drama, de los crímenes, del miedo, del cansancio. Todo ello con coherencia, sin recurrir a la vía de la espectacularidad o la exageración, aunque la trilogía del Baztán sea muy visual (de ahí su adaptación tan exitosa al cine). Aunque en ‘Ofrenda a la tormenta‘ la autora nos presente escenas como si estuviésemos viendo una película y las rayos y truenos tormentosos sean un protagonista más en algunos momentos soberbios. El lector, leyendo, lee y ve las luces y las sombras, lea y escucha el ruido, lo siente.
El relato tiene sentido global, la historia sigue su curso, los personajes están perfectamente definidos. Y Amaia Salazar no es una heroína y no lo sabe todo. No es una agente de policía a la que la resolución del caso le llegue sin que el lector conozca los entresijos. Sufre y necesita ayuda, no es una diosa, no es la mujer más extraordinaria del mundo. Ni hace falta que lo sea. La trilogía no sería una obra maestra literaria sin el universo de personajes, sin ser una obra coral en la que cada papel es importante. Todos están entrelazados, todos participan en diferentes tensiones, todos suman.
Dolores Redondo no defrauda con el final esta trilogía, en la que la trama se complica cada vez más con cada uno de los libros. Al igual que el interés del lector y la complejidad aumentan, también lo hace el componente tan macabro de la historia. En ‘El guardián invisible‘ las víctimas mortales eran chicas adolescentes y empezamos a conocer el grado de maldad de Rosario con su hija Amaia; en ‘Legado en los huesos‘ casi muere el recién nacido Ibai pero la trama se centra sobre todo en asesinatos de mujeres y amputaciones de sus brazos; y finalmente, en ‘Ofrenda a la tormenta‘ el miedo, el terror y lo macabro llegan a un siguiente nivel para cerrar el círculo con brillantez.