Reseña de la novela 'Terra alta', de Javier Cercas

Reseña de la novela ‘Terra alta’, de Javier Cercas

Tiempo después de su llegada a Terra Alta, el mosso d’Esquadra Melchor Marín deberá ayudar en la investigación de un caso que causará mucho revuelo en esta comarca fronteriza entre Cataluña y Aragón. El matrimonio Adell, dueños de la empresa Gráficas Adell, ha sido brutalmente torturado y asesinado en su casa, así como su sirvienta rumana.

Terra Alta (Planeta, 2019) es la novela con la que el escritor Javier Cercas ganó el Premio Planeta 2019. Y haciendo un homenaje a las novelas del siglo XIX que tanto le gustan al personaje principal, Melchor Marín, aunque es una novela policíaca, en realidad la investigación policial no es lo más importante.

Como Moby Dick no es una novela sobre ballenas, Javier Cercas no ha escrito la típica novela policíaca. Porque aunque la resolución del asesinato del matrimonio Adell es importante, la narración no trata sobre eso en su esencia. Como se menciona una y otra vez en la novela, trata más sobre la justicia y la injusticia, como Los miserables, libro en el que Melchor Marín se reconoce de forma tan profunda.

Justicia es precisamente lo que se deberá hacer al resolver quién o quiénes torturaron y asesinaron de forma salvaje al matrimonio Adell. Sobre todo a Francisco Adell, un cacique que domina casi todo el pueblo y la comarca, y que como se verá durante la investigación, carece de amigos. Por eso, más de una persona y nadie en particular es sospechosa de querer su muerte. Sin embargo, de ahí a matarlo de forma tan espeluznante como sucede, hay mucho trecho.

El mosso Melchor Marín formará parte del equipo de investigación en esta comarca en la que desde la Guerra Civil no sucede nada. Como si el tiempo se hubiera paralizado y no hubiera más historias que contar que las de la Batalla del Ebro. Los viejos del lugar que se reúnen en los bares solo hablan de eso. Y parece que desde 1936 nada ha vuelto a suceder en esta región.

Hasta la tortura y asesinato del matrimonio Adell. Porque la vida es apacible hasta que las desgracias lo cambian todo. En cualquier existencia humana hay un antes y un después. En el caso de Gandesa y Terra Alta, la Guerra Civil (más la Batalla del Ebro) y, tal vez, este crimen. En el caso del exconvicto Melchor Marín, su paso por la cárcel, la muerte de su madre y la lectura del libro que le cambió para siempre, Los miserables de Víctor Hugo.

Aquí tengo que hacer un pequeño inciso: dentro de la novela se habla de que no hay nada como las escritas en el siglo XIX y, en concreto, como Los miserables. Resulta curioso que no haya mención directa a otro clásico universal del XIX como es El conde de Montecristo, otra novela que lo abarca todo. El Francés le habla en la cárcel de la obra de Víctor Hugo, pero la de Alejandro Dumas no aparece. Estoy seguro de que cualquier lector puede caer en la cuenta y preguntarse el por qué.

Volviendo a Terra Alta, Melchor Marín siempre se identificó con Javert, ese policía justiciero cuya única finalidad era la detención de Jean Valjean (ni él mismo se reconoce en Jean Valjean, a fin de cuentas, una cosa es robar pan para comer y otra trabajar para narcotraficantes). Hasta el punto de estudiar para ser policía con el objetivo de vengar la muerte de su madre. Rosario, una prostituta que acabó sus días prostituyéndose en los alrededores del Camp Nou, y cuya muerte quedó en el cajón de casos sin resolver.

Así las cosas, Melchor Marín se obcecará en investigar el crimen de los Adell hasta que ya no hay más hilos de los que tirar. A pesar de los avisos del caporal Ernest Salom, su mejor amigo en Gandesa, viudo y amigo de juventud de Olga, la bibliotecaria de la que Marín se enamoró. Los dos acabaron casándose y teniendo una hija llamada Cosette, como la hija de Jean Valjean.

Ella fue para Marín la salvación de amor en un mundo cruel y violento en el que todos, incluido este mosso d’Esquadra, estamos más perdidos que otra cosa. Quizás no siempre, pero no le quepa duda al lector de esta reseña que todos tenemos momentos, que duran días, semanas años o toda una vida, en la que vagamos sin rumbo llenos de odio o rodeados de él. A algunos, como a Marín, les salvan las novelas del siglo XIX y la literatura en general. A otros no hay nada que les salve.

Salom no es el único que le advierte a Melchor Marín, este justiciero nada inocente que es héroe y villano al mismo tiempo, de que no siga por donde no debe seguir. El sargento Blai, apartado del caso por el subinspector Gomà, también lo hace. Pero con un pensamiento maquiavélico que le hace estar convencido de que el fin justifica los medios, Marín no les hace caso y hará todo lo posible, dentro o fuera de lo legal, para resolver el caso.

Pese a todo lo anterior, a que en el libro se da fe de cómo es una investigación policial y cómo se interrogan a todos los familiares y trabajadores de Gráficas Adell, Terra Alta no es una novela policíaca al uso. De hecho, al leerla da la sensación de que la trama policial de este caso no abarca más del 50 por ciento del libro.

Por eso el nombre de la comarca da título al libro, porque todo gira a su alrededor como destino de salvación del protagonista, ella es la importante, congelada en el tiempo y en una calma que dura 80 años. Una comarca en la que nunca pasa nada, en la que todos son pobres menos los Adell, pero de la que nadie que vive allí quiere irse.

De intrigas empresariales, pasados turbios, palizas a denunciados por violencia machista, muertes, vidas desgraciadas que se encuentran, el olvido, la amistad, la España cainita de dos bandos irreconciliables y odios viscerales que no se olvidan aunque pasen las décadas… Y de cómo la justicia puede ser injusta, y cómo la injusticia puede ser justa, y de si es posible hacer justicia a base de tiros. De todo eso, más que de una investigación policial, trata Terra Alta, Premio Planeta 2019.

Una muy buena novela, perfectamente escrita, con un argumento ficticio hilado a la perfección con la realidad contemporánea más dolorosa de Cataluña y de España. En definitiva, hablamos de la historia de un hombre que busca su lugar en el mundo con una pesada mochila de pasado sobre los hombros. Incluyendo no saber quién es su padre y preguntarse si el abogado Vivales, que lo defiende y hace que esté poco tiempo en la cárcel, convirtiéndose en un apoyo continuo tras la muerte de su madre, es realmente su progenitor. Y en la que, de una u otra forma, hay miserables por todos lados; menos grandiosidad que en Los miserables; y mucho más odio que en El extranjero, de Albert Camus, otro de los grandes libros de los que se habla en esta novela.

Para quien quiera leer otras reseñas de novelas ganadoras del Premio Planeta, he aquí dos de ellas: de El fuego invisible (2017), de Javier Sierra, y Yo, Julia (2018), de Santiago Posteguillo.

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