Reseña de la novela 'La peste', de Albert Camus

Reseña de la novela ‘La peste’, de Albert Camus

En la ciudad argelina de Orán las ratas empiezan poco a poco a aparecer muertas, lo que no auspicia nada bueno. Entre la negación inicial de algunos, como el portero Michel, que achaca la aparición de los cadáveres a una broma, y la preocupación del doctor Bernard Rieux, poco a poco el número de ratas muertas aumenta y, con ellas, las muertes de los habitantes de Orán. La palabra tan temida y que no se quiere pronunciar, por las consecuencias que tendrán para la ciudad, acaba por ser pronunciada: peste.

La peste‘, publicada en 1947 (y reeditada, por ejemplo, por el Diario Público y el Banc Sabadell en la Colección Premios Nobel en 2010), es una tremenda novela del Premio Nobel de Literatura 1957, el escritor francés Albert Camus, que hará viajar al lector no solo hasta lo más íntimo y recóndito de esta ciudad, descrita magistralmente por el autor, sino también al interior del corazón y del alma humanos. Representados, sí, por los ciudadanos de Orán. Pero que a fin de cuentas, nos representan a todos.

Porque esa es la grandeza de la grandes novelas, y más aún de las narradas impecablemente, como es este el caso: las dudas, los miedos, la felicidad, la lucha contra lo imposible, la resignación, el sacrificio del deber que ha de cumplirse, la bondad, las ganas de huir, la temeridad, la tristeza, la amistad incluso conociendo poco a otras personas… todo eso está en ‘La peste‘, como está en la vida.

El doctor Rieux es uno de los responsables de intentar contener el ataque de la peste, que semana tras semanas, según informan medios de comunicación, mata a cientos de personas, en unas cifras que van creciendo. Nadie puede entrar ni salir de la ciudad, la muralla que rodea Orán está constantemente vigilada y sus habitantes quedan recluidos en lo que, tal y como se ve en la novela, es prácticamente el olvido por parte de quienes viven fuera.

Incluidos los familiares, amigos y hasta amantes de quienes se han quedado en Orán y no pueden escapar. Como el periodista Rambert, que finalmente se queda como uno más ayudando, cuando la mujer a la que ama está fuera. Él intenta huir, tiene planes para conseguirlo, ha hablado con Cottard, ruega porque se encuentra accidentalmente en esta ciudad, a la que ni siquiera pertenece porque no es de allí… pero no puede irse. Y menos cuando hay otros hombres, como el propio doctor Rieux, que también tienen a la mujer amada fuera de Orán, y no se van. Y ni lo intentan.

Porque de circunstancias como la peste en una ciudad sitiada y vigilada, en la que las noches son oscuras y silenciosas y los días igual aunque salga el sol, no se puede escapar. La única salida es que la enfermedad llegue a su fin y las puertas de la ciudad se abran. Pero aun así, ¿quién puede escapar de la peste cuando se mete en el interior de los hombres y mujeres?

Eso es lo que sucede con este peste, tratada como una metáfora de la expansión del nazismo por Europa desde la década de 1930. Una vez que la peste se propaga, una vez que los cadáveres se trasladan hacinados en trenes hacia el crematorio, no hay vuelta atrás. Y llámese nazismo, llámese nacionalismos o xenofobia… la peste, cuando mata y se ha quedado adherida al ser humano en una ocasión, ya nunca jamás desaparece. En cualquier momento, aunque haya remitido o aparentemente desaparecido, la peste puede volver a germinar y matar.

La gran lección moral, histórica y ética de ‘La peste‘, de Albert Camus, es esa. La necesidad de que haya médicos que curen esta enfermedad cuando aparece, pero sabiendo que el médico, sea cual sea su especialidad, su grado de conocimiento y pericia, jamás podrá evitar el brote de la enfermedad. Porque esta aparece y lo único que se puede hacer es intentar contenerla y que mate al menor número de personas posible.

Esta impresionante novela, una crónica estupenda del día a día durante meses que parecen no tener fin, no solo habla de las medidas profilácticas extremas que se deciden tomar para frenar la peste. No solo habla de la muerte terrible de quienes sienten la quemazón de los bubones en sus articulaciones. No solo es una reflexión sobre la religión y la ciencia, sobre cómo se enfrentan o colaboran, llegado el caso, en momentos de vida o muerte como la que ocurren en Orán en un año indeterminado de la década de 1940.

La peste‘ es una tratado sobre cómo el mal anida en las profundidades de las ciudades. En este caso, saliendo de las alcantarillas con las ratas como primeras víctimas de la terrible epidemia que vendrá después. Es un tratado sobre el pasado, el presente y el futuro del ser humano. Sobre cómo cada uno de nosotros está llamado a cumplir su misión, de manera obligada por uno mismo o por el destino.

Como Grand, todos nosotros tenemos nuestra novela que escribir, y cada día de nuestras vidas estamos reescribiéndola, añadiendo y quitando sustantivos o adjetivos. En algunos casos, no avanzamos más allá de la primera frase. En otros, llegamos hasta el final, como Rieux, pero perdemos lo que más amamos. Pero en todos los casos, sean cuales sean, estamos en un mundo en el que, por muchos médicos que haya, la peste, en cualquier momento, puede estar a punto de dejar ratas muertas en las calles.

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