Reseña de la novela El negociado del yin y el yang Eduardo Mendoza

Reseña de la novela ‘El negociado del yin y el yang’, de Eduardo Mendoza

Año 1975. Rufo Batalla se ha establecido definitivamente en Nueva York, donde trabaja en una sede de la Cámara de Comercio de España en Estados Unidos. Pero tiene que regresar a Barcelona porque su padre ha muerto. A su regreso a la ciudad neoyorquina, el príncipe Tadeuz María Clementij Tukuulo, Bobby para los amigos, que reclama el trono de un país ficticio, Livonia, le encarga una misión: debe ir en persona a Japón a entregar una carta, cuyo contenido no puede conocer.

El negociado del yin y el yang (Seix Barral, 2019), es la segunda novela de la saga ‘Las tres leyes del movimiento’ del escritor barcelonés Eduardo Mendoza. Ya reseñé hace tiempo la primera de esta última serie de novelas del Premio Cervantes 2016, titulada El Rey recibe. Ahora, en esta segunda novela, el autor continúa con su característico estilo paródico y sarcástico, el autor prosigue la narración siete años después de la primera. Al tiempo que muere el padre de Rufo Batalla y cambian las vidas de su madre y, menos por eso, de sus hermanos, Anamari y Agustín, muere Franco y cambian la vida de los españoles.

La Transición Española será un telón muy de fondo en la obra de la vida de Rufo Batalla, pese a los cambios que también acontecerán en la Cámara de Comercio. La vida del protagonista no se verá trastocada ni mucho menos por la muerte del dictador y el transcurrir de la vida en España en los primeros años de democracia. Lo hará mucho más su reencuentro con el príncipe Tukuulo, la princesa Isabella y su entorno. El príncipe, tras un tiempo con una misión olvidada, volverá a ponerse en contacto con él para llevarla a cabo: Rufo deberá ir a Japón a llevar una carta.

A regañadientes, el protagonista de El negociado del yin y el yang acabará yendo a Japón y conocerá a Norito, una japonesa tímida que lo acompañará a Bangkok (Tailandia). Rufo Batalla no sabe el contenido de la carta ni qué se trama el príncipe Tukuulo. En su viaje correrá peligros y vivirá momentos de incertidumbre. De lo poco realmente emocionante que le sucede, más allá de escarceos sexuales y poco más. Porque la vida de Rufo, otrora periodista (así fue a Mallorca y conoció a estos extraños pretendientes de un reino inventado) y director de una revista, su vida es anodina.

Este hombre joven está en medio, de una manera u otra, de acontecimientos históricos. Más en Nueva York que en España, pero su vida va de la mano de los cambios sociales, políticos y económicos que suceden a caballo entre los dos países. Asistirá a ellos de forma tangencial. Será un espectador más que no participa, como los que van a ver las obras de teatro que escribe su hermano Agustín en Stuttgart. Allí irá a vivir también temporalmente, allí conoceremos a su hermano, en Barcelona y el Ampurdá conoceremos a su hermana. Entre ellos, sin nada trascendente que contar, vivirá Rufo Batalla.

El negociado del yin y el yang de Eduardo Mendoza es una buena novela, pero no llega a ser tan interesante como El Rey recibe ni otras suyas reseñadas en esta web. Su estilo por supuesto que ha evolucionado y madurado con el paso de los años y nadie duda de su calidad, pero no es una novela tan fresca ni cómica como Sin noticias de Gurb o El secreto de la modelo extraviada. Ni hay un recorrido vital tan profundo como en La ciudad de los prodigios. O un contexto político potente y directo como en su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta.

No se trata solo de que el personaje de Rufo Batalla no me parece tan bueno como el detective quijotesco, Gurb u Onofre Bouvila. No es cuestión de que sea más o menos divertido. Sino de un personaje que cale en el lector y lo enamore. Personalmente, no me atrae tanto Rufo como otros protagonistas del Premio Cervantes 2016. Esta novela, El negociado del yin y el yang, me ha hecho perder parte del interés que sí tenía con El Rey recibe, un relato, para mí, mucho más interesante. Y eso que un personaje farsante, ajeno a muchas reglas sociales y sin reparos en acostarse con mujeres infieles, da para mucho.

Con otros relatos de Eduardo Mendoza vemos proyectos vitales que salen mejor o peor, hombres y mujeres con vidas que interesan más. Aunque quizás el autor quiera mostrar más vidas que evolucionan poco o nada para reflejar este tipo de existencias. ¿Quién no conoce o ha oído hablar de alguien que ve la vida pasar y no hace nada emocionante? Seguro que hay muchos Rufos Batalla perdidos por el mundo, a punto de ahogarse en mar abierto sin que eso suponga un antes y después en sus vidas.

Eso ocurre con Rufo en El negociado del yin y el yang, puede estar a punto de ahogarse, que su vida no cambia. Puede enamorarse, que tampoco va a hacer mucho por conseguir hacer realidad ese amor. Vive en cierta manera rodeado de caos y de mentiras, él mismo tiene secretos que ocultar. Conoce a personas que atraen o que repelen, abadesas chismosas y polos opuestos que forman parejas que no pegan ni con cola. Va a Japón y a Tailandia, regresa, y como si nada hubiese pasado. Es un joven que necesita una descarga de adrenalina para estar seguros de que su corazón late.

Nueva York se convierte cada día y cada año en una ciudad más cara y peligrosa, pero el lector lo verá como algo muy lejano. En España hay golpes de Estado, los socialistas llegan al poder, pero Rufo Batalla y su mundo parece que no cambian, que no les afecta un cambio tan grande. Los personajes, analizados, son burbujas, que se tocan las unas a las otras, pero incluso rodeados de traficantes o leprosos, no terminan de activarse vitalmente. Pasan sin pena ni gloria por el mundo.

Debemos seguramente preguntarnos por este tipo de cuestiones y reflexionar sobre qué es la vida, sobre existencias insulsas que pueblan el mundo. Hombres y mujeres que son opuestos, pero se complementan como en El negociado del yin y el yang. Un libro en el que ocurren cosas emocionantes que no terminan de penetrar en el alma de los protagonistas. Una novela en la que algunos no saben dónde vivir porque realmente no saben vivir en ningún sitio. No son ciudadanos del mundo, simplemente son. Y otros, frívolos, que pueden vivir en cualquier sitio mientras haya servicio doméstico.

Así, entre polos opuestos, ciudades y países que mutan y príncipes que reclaman tronos de países que no existen, pasa la vida en un extraño equilibrio que, tal vez, un día se romperá hecho añicos.

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