Día 9. Dos extraterrestres llegan a la Tierra, y más concretamente a la ciudad de Barcelona antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92, para llevar a cabo una misión que les han encomendado. Tras consultar el CATIFA -Catálogo Astral Terrestre Indicativa de Formas Asimilables-, deciden que uno de ellos, Gurb, tome la apariencia de la humana Marta Sánchez. Sin embargo, al inicio de su misión, desaparece.
En ese instante, y como es habitual en Eduardo Mendoza -por ejemplo, en la saga detectivesca de la que he publicado hasta ahora dos reseñas-, un personaje sin nombre narra la historia que viene a continuación: una sátira, una obra humorística, absurda y lógica al mismo tiempo, de un extraterrestre que es, a ojos del lector, extraterrestre y humano al mismo tiempo.
¿Qué humano, o al menos qué español, no se ha preguntado qué significa la palabra «bruces» de la expresión «darse de bruces»? Las andanzas del narrador anónimo, si bien son absurdas y propias de un extraterrestre que llega a un planeta nuevo, son en realidad bien humanas. Le parece absurda la forma de comunicarse de los humanos y el lenguaje que usan. ¿Y quién no ha sentido que muchas veces no decimos más que cosas absurdas e incomprensibles?
A nuestro extraterrestre, que se las ve y se las desea para encontrar a su compañero de viaje intergaláctico, pero del que nunca tiene noticias, le gusta la cerveza y los bocadillos que Don Joaquín y Doña Mercedes sirven en su bar. ¿A qué humano, o al menos a qué español, no le gusta la cerveza y un buen bocadillo? Sí, a muchos, pero posiblemente no nos equivoquemos si pensamos que les gusta a más de a quienes no.
Por muy disparatados que sean los acontecimientos que vive el protagonista de ‘Sin noticias de Gurb‘ (se publicó en primer lugar por entregas en el diario El País en el año 1990), también son tremendamente humanos. No solo porque la afición desmedida del protagonista por los churros tenga su origen en los que se comía el propio Mendoza en una chuerría, según cuenta el propio autor en el prólogo de la obra. Sino porque refleja las paradojas y contradicciones del ser humano.
Con independencia de que son pocas las personas que tengan la ocasión de vestirse de Gary Cooper caracterizado de sheriff y de que sean víctimas del robo del sombrero o la placa con forma de estrella, como le sucede al extraterrestre en la ciudad condal, ¿quién no ha sentido que el mundo es absurdo? ¿Quién no ha ofrecido su ayuda desinteresada a los demás -quizás sin dar millones de pesetas de propina en un restaurante, vale-, siendo un extraño en un mundo cada vez más competitivo, impersonal?
¿Y quién no ha sentido amor por una mujer o por un hombre? ¿Quién no ha escrito cartas una y otra vez intentando expresar sus sentimientos, dar con las palabras exactas? ¿Quién no se ha comportado de forma estúpida ante quien quiere causar buena impresión, consiguiendo todo lo contrario? ¿Quién no ha buscado cualquier excusa para ver a la persona que nos gusta?
‘Sin noticias de Gurb‘, además de una novela divertida de ciencia-ficción en la que el protagonista no sólo pierde la cabeza por amor, sino que la pierde literalmente cuando es atropellado de manera continuada en su primera caminata por la Tierra, es una historia sobre cualquier de nosotros. Todos buscamos algo en la vida, sea a una persona o un objetivo vital. Todos, en un momento o en otro (o siempre), estamos desubicados. O nos sentimos desubicados por lo menos. Todos somos extraterrestres en nuestro propio planeta.
A pesar de ello, para quien escribe esta reseña de ‘Sin noticias de Gurb‘ y como dice Mendoza en el prólogo, este no es un libro melancólico ni dejará un sabor amargo a quien lo lea. Por el camino pueden surgir muchas dificultades, pero tarde o temprano acabamos encontrando lo que buscamos (tanto lo bueno, como lo malo). Y si bien no es una novela de calado profundo, es divertida y entretenida, en la que el lector se verá reflejado como observador de una ciudad.
En este caso, Barcelona, con sus zanjas abiertas a cada paso y por las que el extraterrestre, que deja constancia de su viaje en su diario, se cae continuamente. Pero es como Madrid, que de tantas zanjas abiertas en el suelo por tantos motivos y responsables, parecen ciudades que nunca terminan de ser ciudades completas porque siempre hay algo o que arreglar o que construir.
Mendoza, como es habitual en sus obras, tiene a Barcelona como ciudad preferida para la ambientación, con descripciones de sus rincones, de sus parques, de sus jardines, de sus bares y bancos… En ‘Sin noticias de Gurb‘ lo vuelve a hacer, como lo haría en el resto de sus obras futuras de la última década del siglo XX y el inicio del XXI. Con un personaje anónimo que deambula por la ciudad contando sus venturas y desventuras, como en la saga del detective anónimo.
Este, el de la sátira y la crítica en forma de humor, buscando el absurdo y contando la historia de un personaje sin nombre y de una ciudad, como Barcelona (como un personaje más), es su sello, la marca de la casa (más o menos disparatado, excéntrico o hilarante, no siempre lo es por igual). Porque, a fin de cuentas, aunque tengamos nombre, en las grandes urbes somos, en el fondo, seres anónimos para casi todo el resto del mundo. Y viceversa.