reseña de la novela Riña de gatos. Madrid 1936, de Eduardo Mendoza

Reseña de la novela ‘Riña de gatos. Madrid 1936’, de Eduardo Mendoza

Marzo de 1936. El experto en arte Anthony Whitelands está viajando en un tren a Madrid. En unos meses convulsos en lo político, el joven inglés acude a la capital con el encargo de tasar unos cuadros de una familia adinerada, que resulta ser la del Duque de la Igualada. Cuando llega a Madrid, sin embargo, un encargo artístico se acaba convirtiendo en un peligroso juego de enredos.

Riña de gatos. Madrid 1936 (Editorial Planeta, 2010) es la novela con la que Eduardo Mendoza ganó el Premio Planeta 2010. Años más tarde, en 2016, recibiría el Premio Cervantes. Antes de recibir el máximo galardón de las letras españolas, consiguió el Planeta con la historia de este pobre diablo inglés que llega a una España en la que todos los ingredientes de la guerra están en la olla y solo falta la mecha que encienda el fuego final.

Sin comerlo ni beberlo, de esta manera, el encargo de tasar una colección de cuadros del Duque de la Igualada, que apenas tienen valor, todo se complica. No solo a nivel artístico, también a nivel político y personal. Anthony Whitelands descubre que en la casa hay otro cuadro, que es el que realmente tiene que tasar, y está convencido de que es un Velázquez aún sin descubrir, lo cual conllevaría su fama mundial.

Por este lado, la novela es un genial repaso por la historia de la pintura de Diego da Silva Velázquez, pintor de la Corte del Rey Felipe IV en el siglo XVII. Un autor y una época que Whitelands conocer a la perfección (para otra novela sobre la Guerra Civil con el arte en centro de la trama, recomiendo la novela Sabotaje, de la Serie Falcó de Arturo Pérez-Reverte). Por el lado político, Riña de gatos. Madrid 1936 es un retrato del Madrid y la España de marzo de 1936, un mes después de las elecciones que le dieron el poder el Frente Popular. Con una Falange cada vez más belicosa y un líder, José Antonio Primo de Rivera, que acabará siendo amigo de Whitelands.

El experto inglés en arte conocerá en la intimidad familiar y en la cotidianidad política al hijo del dictador Primo de Rivera. Dando al lector una novela histórica, de suspense y con toques de humor propios de los libros de Eduardo Mendoza. Sin llegar a ser una comedia, una parodia, sino una de las novelas más serias del Premio Planeta 2010 y Premio Cervantes 2016, Riña de gatos. Madrid 1936 nos embarca en una aventura en la que prima más el humor de las expresiones propias de la época y, en cierta manera, el absurdo mendociano.

No llega a ser tampoco una comedia de enredo como tal, aunque se le parece mucho. Los hilos de la madeja están muy bien tejidos y el lector encontrará al pobre Anthony Whitelands -pobre en parte, ya que al inicio de la novela escribe una carta a su amante, Catherine, que es una adúltera, y en el novela otras mujeres, del más alto y del más bajo abolengo, pasarán por su cama- como el insecto atrapado mientras una araña camina despacio hacia el centro de la telaraña presta a comérselo. El problema para el inglés no será que haya una sola araña, es que está rodeado de ellas.

Porque como novela histórica ambientada en los meses previos a la Guerra Civil Española (1936-1939), Riña de gatos. Madrid 1936 nos sitúa a nosotros, los lectores, también en mitad de la historia (de las historias y de la Historia), rodeado de la opulencia y la pobreza del Madrid de los años ’30, junto al protagonista principal. Enredado en una cuádruple intriga:

La primera, familiar, porque el Duque de la Igualada no quiere que el resto de la familia (ni su hijo, Guillermo, joven y acérrimo falangista) sepa toda la verdad de sus planes. La segunda, amorosa, al sentirse atraído por la hija de los duques, Paquita. La tercera, pictórica, sobre el supuesto cuadro de Velázquez que se guarda en la casa. Y la cuarta, la más peligrosa pero unida al resto, política (española y británica, para enredar más la historia y hacerla mucho más interesante), en medio del Gobierno de la II República, las fuerzas del orden, el Gobierno Británico, un enviado soviético llamado Kolia y la Falange.

Cada uno de estos universos se une al resto y en algunos casos los desengaños sí pueden denominarse, de manera algo frívola, como una riña de gatos. En otros, de tintes políticos, las riñas de gatos son las de los madrileños de los bares y tabernas, que en algunos momentos se pasan de madre, sobre toco cuando entra en juego los falangistas, y se lían a tiros. Pero esas riñas de gatos, cuando entran en juego generales del Ejército, ya son palabras mayores.

El estilo de la novela es excelente, es de muy fácil lectura y además, divertida, interesante y formativa en el aspecto artístico, con licencias en lo político para mostrarnos personajes históricos como Niceto Alcalá Zamora (Presidente de la II República), Manuel Azaña (Presidente del Consejo de Ministros) o el propio José Antonio Primo de Rivera (que acabará en la cárcel de Alicante, como se narra en Falcó, la primera de las novelas de Arturo Pérez-Reverte protagonizadas por su espía Lorenzo Falco).

En definitiva, Riña de gatos. Madrid 1936 es una gran novela, merecedora de un galardón como el Premio Planeta. Libro que si el lector de esta reseña aún no ha leído, debería hacerlo sin dudarlo. Así se sumergirá en la madeja creada por Eduardo Mendoza (una más), conociendo lo más alto y lo más bajo de Madrid, la hipocresía y la vileza, el lujo y la pobreza, la picaresca y los engaños. La violencia de unos gatos que no solo sacaron las uñas a pasear, sino que por desgracia, al final, hicieron rugir los cañones, las bombas desde los aviones, y millones de armas de fuego.

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