Daniel Sempere nunca podrá olvidar la madrugada en la que su padre lo llevó al Cementerio de los Libros Olvidados, antes del amanecer, un día de 1945. Ese día, entre miles y miles de libros ocultos al resto del mundo por una especie de organización de libreros clandestinos, el joven Daniel eligió al azar uno que cambiaría su vida y la de todos sus conocidos, pero sin poder decirle a nadie de dónde lo había obtenido: La sombra del viento, de un escritor muy desconocido llamado Julián Carax.
La sombra del viento (Planeta, 2004), de Carlos Ruiz Zafón (fallecido en Los Ángeles en 2020), es la primera novela de la tetralogía del Cementerio de los Libros Olvidados y un relato impresionante que no deja de sorprender y enamorar casi veinte años después de su publicación. Mezcla de novela histórica, novela policial y thriller, el joven Daniel Sempere, un niño cuando descubrió a Carax, se convertirá en un hombre aprendiendo lo peor que la vida le podía enseñar en la ciudad de Barcelona durante los años del franquismo.
Llevado por la curiosidad y sin poder recordar la cara de su madre, ya fallecido, Daniel comienza a preguntar a los amigos de su padre, como Isaac Monfort (guardián del Cementerio de los Libros Olvidados) o Gustavo Barceló, quién fue Julián Carax (nacido en 1900) y qué más escribió, enamorado de la novela que ha devorado. Y lo que al inicio no es más que la historia de un escritor pobre que apenas vende libros en París en la editorial Cabestany, se convierte en una historia de dolor, de remordimientos, de soledad, de huidas, de odio, de celos y de muerte.
En su intento de descubrir la verdad sobre Carax y encontrar el resto de sus novelas, descubre que alguien con el pseudónimo de Lain Coubert (el diablo en una de las novelas del autor) está destruyendo todos los libros de Carax. ¿Quién es Coubert y por qué odia tanto a Julián Carax? Daniel Sempere, acompañado de Fermín Romero de Torres, rebelde, de izquierdas y víctima de la violencia policial del franquismo, tratará de averiguarlo. Pero el amor y el sexo son fuerzas tan poderosas como el enamoramiento que sentimos por un libro y su autor: Clara, hija de Gustavo Barceló, y Beatriz Aguilar, hermana de Tomás Aguilar, amigo de Daniel, serán las prueba de ello para el joven Sempere.
La novela La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, cuyo inicio es un homenaje a Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, nos transporta a una ciudad de Barcelona empobrecida (en la que transcurren novelas de Eduardo Mendoza como El negociado del yin y el yang) en la que la ley la marca el inspector Fumero, un antiguo compañero de colegio de Julián Carax y otros personajes de la novela. Francisco Javier Fumero, que durante la Guerra Civil Española estuvo con anarquistas, comunistas y, posteriormente, será inspector de la Brigada Criminal de Barcelona. Allí sembrará el terror, sin escrúpulos y un odio acumulado durante años.
Daniel Sempere tendrá que superar todas las barreras inimaginables, incluyendo violencia y secretos, para saber la verdad sobre Carax, en un contexto en el que, tanto en el pasado juvenil de Carax como en el presente de Sempere, sobrevuelan en todo momento las diferencias sociales, una silenciosa (o no tanto) lucha de clases y envidias y humillaciones generadas por la alcurnia o falta de ella. Haciendo un retrato soberbio de la ciudad de Barcelona, Ruiz Zafón emplea una pluma exquisita sin fallos en esta novela, estableciendo un hermoso paralelismo entre Julián Carax y Daniel Sempere, incluyendo una pluma que, quién sabe, tal vez perteneció al mismísimo Víctor Hugo.
¿Cómo calificar la trama y la unión de los personajes de La sombra del viento, partiendo como base el oficio de librero del padre del protagonista, dueño de la librería Sempere e Hijos? Como magnífica, a la par que muy poética, cruda, hermosa y terrible. Porque el amor y el sexo se conjugan al mismo tiempo que el horror de la guerra, las persecuciones políticas durante la dictadura franquista, la soledad, las traiciones, los amores no correspondidos y los asesinatos más crueles.
Todo ello rodeado por el aura de misterio que rodea a esa novela que Daniel Sempere no quiere vender ni por todo el oro del mundo a Gustavo Barceló. Es suya, como las consecuencias de romper la promesa que le hizo a su padre antes de entrar en el Cementerio de los Libros Olvidados y adentrarse en la negrura del palacio de los Aldaya para conocer las conexiones entre Carax y la familia Aldaya en los años previos a la Segunda República.
La sombra del viento nos mece y nos envuelve poco a poco, como lo hace con Daniel Sempere y con Fermín Romero de Torres, pendenciero que acaba locamente enamorado de Bernarda, sirvienta en la casa de la familia Aguilar. Ambos tendrán una relación peligrosa con el presente y el pasado: uno, Daniel, quiere esclarecerlo adentrándose en sus profundidades y el otro, Fermín, es perseguido por él en su ayuda a su joven amigo, que lo salvó de la mendicidad. Pero nadie es capaz de escapar del pasado ni del peso de las mochilas que todos llevamos a cuestas.
En la primera novela de la tetralogía del Cementerio de los Libros Olvidados, Carlos Ruiz Zafón emociona, hace llorar, hace temblar de miedo y de amor. Transmite los grandes sentimientos de los seres humanos, desde la sensación de inmortalidad de la juventud, la serenidad de la madurez (encarnada por el padre de Daniel, dueño de una librería) y la soledad de la ancianidad abandonada y que sólo quiere una simple caricia antes de morir olvidado por todos. Como esas caricias que dan los amantes de los libros a una novela soberbia como La sombra del viento.
El ánimo de Daniel Sempere de adentrarse en la oscuridad peligrosa (sin quererlo al principio, a pecho descubierto después) no es más que la representación literaria de la entrega a una pasión. Ya no sólo por la libertad y por salvar del olvido no un libro, sino a un escritor realmente dejado de la mano de Dios e incapaz de vender más que decenas o un par de cientos de ejemplares de sus novelas. Sempere es un héroe que quiere salvar a Julián Carax del anonimato y del fuego que está, literalmente, quemando todos los ejemplares de sus novelas.
A veces, el fuego que también quemó la espalda de Fermín Romero de Torres, se puede apagar. Otras, como el de las llamas que sacuden el cuerpo, los ojos, las manos, las lenguas y el sexo de los enamorados, son imposibles de sofocar. Como es imposible librarse del viento, amigo o enemigo invisible que no vemos, pero que sentimos siempre en nuestro rostro, asalvajando nuestro pelo o salpicándose con nuestras lágrimas. La pasión, la libertad, el amor, el sexo y luchar por una causa que creemos justa son imposibles de frenar, aunque la muerte esté al otro lado de la puerta.
La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, es, en conclusión, una novela perfecta. Un libro que enamora, como lo hizo el libro que le. da nombre al joven Daniel Sempere. Y no hay palacios abandonados, pistoleros que matan en nombre de la ley ni nevadas históricas que puedan detener las ansias de salvar, de conocer, de vivir y de amar. El amor, en cualquiera de sus formas (recomiendo en este punto leer la reseña de La maestra de Sócrates, de Laura Mas, que versa sobre el tema), es la única salvación que tenemos los seres humanos ante la muerte, la manera de ser recordados y estar vivos de alguna forma para siempre. Y Ruiz Zafón no está muerto del todo, porque seguirá vivo en todos los lectores de sus novelas, como Julián Carax lo estará siempre en el alma de Daniel.