reseña de la novela La llama de Focea

Reseña de la novela ‘La llama de Focea’, de Lorenzo Silva

Queralt Bonmatí es una joven barcelonesa que está haciendo el Camino de Santiago sola y en Roncesvalles pone una denuncia a la Guardia Civil porque está convencida de que un hombre, con el que se encara en una cafetería, la está siguiendo. Varias semanas después, su cadáver aparece en la localidad gallega de Samos (Lugo), ya cerca de Santiago de Compostela, con signos de violencia y después de haber recorrido la ruta, en parte, con tres amigos que van juntos y a quienes conoce, precisamente, en Roncesvalles.

La llama de Focea (Destino, 2022), es la última novela de Lorenzo Silva con un caso a resolver por la pareja de guardias civiles el subteniente Rubén Bevilacqua y la sargento Virginia Chamorro, acompañados de la cabo primero Salgado, el cabo Juan Arnau y la agente Lucía, los miembros de la Unidad Central Operativa (UCO) que protagonizan, en grupo, las últimas novelas. Más el equipo de agentes gallegos, con un papel relevante para la sargento Cerdeira, pero siempre en un segundo plano porque el foco se irá a donde esté el subteniente y en la acción real sobre el terreno estará poco.

Sin embargo, el caso no será nada sencillo porque la víctima es hija de Ferran Bonmatí, un político independentista catalán a quien los servicios de Información están investigando por presuntas conexiones entre los independentistas del procés y los rusos, interesados en caldear el ambiente en España. Por eso, el teniente general Pereira, más cerca de la jubilación y que ocupa el puesto de DAO (Director Adjunto Operativo), le llamará para que la investigación esté totalmente coordinada y esclarecer si el crimen está relacionado con los asuntos políticos del padre o no. Para lo cual deberán coordinarse el subteniente Bevilacqua y el teniente Campillo.

Bevilacqua, a quien el crimen le pilla de vacaciones en Lanzarote, donde su hijo Andrés Bevilacqua, ya trabajando para la Guardia Civil y cuya novia tiene un rango superior a él, tendrá que investigar no solo un posible asesinato en Galicia. Sino que los derroteros del caso le harán regresar, una vez más, a Barcelona, donde estuvo destinado varias décadas antes, como ya sabíamos los lectores de la saga Bevilacqua y Chamorro por novelas como La marca del meridiano, ganadora del Premio Planeta 2012.

Sin embargo, La llama de Focea nos descubrirá los días previos a la boda con Elisa en el verano de 1992, el nacimiento de su hijo Andrés y los motivos de su divorcio. Es decir, que conoceremos más detalles sobre el mal camino que tomó el sargento Robles, mentor de Bevilacqua, en los comienzos de los años 1990, cuando se celebraron los Juegos Olímpicos de Barcelona y Terra Lliure amenazaba la paz. No tanto como la banda terrorista ETA en el destino anterior de nuestro protagonista, eso sí. Y dejando a un lado la trama policial, esto es lo más interesante: descubrir aún más la vida personal de subteniente, su juventud y sus historias de amor.

En el plano de la investigación de la muerte de Queralt Bonmatí, la investigación estará a salto de mata entre Galicia y Barcelona por los motivos que se han dicho: y quizás ahí es donde la novela es menos policial y más de carácter político, en gran parte por estar ambientada en el año 2019, dos años después del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 y en las fechas de la sentencia a los políticos juzgados por el proceso independentistas que no huyeron de España.

Esa será la excusa para saber cómo Bevilacqua leyó en su juventud a autores catalanes como Vicens Vives que hablaban del carácter y los orígenes de Cataluña, para dar una explicación histórica a cómo se llegó a la situación política actual. Una investigación histórica a nivel literario y cultural que ya vimos, pero para entender a los etarras, en El mal de Corcira, la anterior novela de la saga policial de Lorenzo Silva.

En ese ambiente entra de lleno Ferran Bonmatí, un independentista que tiene mala opinión de la Guardia Civil y, obviamente, del Estado español, y desconfiará de Bevilacqua y Chamorro, hasta el punto de no sincerarse del todo cuando existe la posibilidad de que sus trapos sucios puedan haber ocasionado la muerte de su hija, con la que tenía una muy mala relación por motivos políticos. La llama de Focea, por lo tanto, se adentra más en una novela con argumentos políticos casi pedagógicos más que policiales para mi gusto.

Lo cual no la convierte en una mala novela, porque Lorenzo Silva no es un escritor que incline la balanza ideológica en sus novelas hacia un lado u otro por motivos personales: lo mismo que hay críticas al independentismo por boca de los protagonistas, también las hay a las acciones propias de las fuerzas del Estado en la lucha contra ETA. Es decir, que el ambiente político -incluso retroactivo por el papel de la Guardia Civil en Cataluña apoyando a la República frente a los golpistas- claro que influye en la novela La llama de Focea, pero no se percibe una intención política tan inequívoca como sí detecté mucho más en Independencia, de Javier Cercas.

Aunque sí es cierto que la investigación en sí parece tener menos peso narrativo en la última novela de Silva, o esa es una sensación que puede dar, como ya sucedía en la novela Donde los escorpiones, ambientada en una base militar española en Afganistán. Ya que, como es habitual en toda la saga, la estructura de La llama de Focea mantiene el equilibrio interno entre investigación policial, vida personal de Bevilacqua -en mucha menor medida sabemos algo de los amores y privacidad de Virginia Chamorro- y actualidad social y política retratando la evolución de España a lo largo de unos 25 años desde la primera novela (El lejano país de los estanques, 1998).

Ese equilibrio lo mantiene a la perfección en prácticamente todas las novelas, en las que siempre hay una alta carga de referencias literarias (hermoso homenaje a Domingo Villar el que hace Lorenzo Silva en este último libro) y musicales (la banda sonora de la saga mezcla el rock de Transvision Vamp, de Kortatu o de Extremoduro, hasta cantantes italianos como Franco Battiato o Gianna Nannini). Eso sí, me da la sensación de que en La llama de Focea, explicación incluida al título por boca de un personaje secundario de una novela anterior, la balanza no se inclina tanto al crimen como a lo político.

La novela está narrada, como siempre, en primera persona por Rubén Bevilacqua desde un futuro indeterminado (hemos de creer los lectores que en la última novela de la saga sabremos qué fecha y lugar concretos son en los que vive Bevilacqua para rememorar su pasado). Y como nos tiene acostumbrados Lorenzo Silva, el estilo, la narrativa y la descripción de una investigación es impecable. Incluyendo factores que se repiten en libros anteriores, como la complejidad de un caso en el que el secretismo de Información hace ir con más tiento y precaución, dándose información mutua para beneficio de la UCO y de Información.

Y la repercusión que puede tener la relación entre independentistas y rusos en un caso que lleva la joven jueza Jennifer Sagarra, no solo para manejar de forma correcta las diligencias que le piden (muestras de ADN de sospechosos, pinchazos telefónicos o balizas de seguimiento en coches), sino también por la acción de los periodistas para obtener información de un caso que llega cuando puede haber más altercados por la sentencia del procés.

Con todos estos mimbres, La llama de Focea no es para mí la mejor novela de la saga de Lorenzo Silva, pero mantiene el nivel con el paso de los años, lo cual es de mucha complejidad y tiene mucho mérito. Los años pasan por el subteniente Rubén Bevilacqua, en la cincuentena y que se niega a ascender más puestos en la Guardia Civil por mucho que se lo ofrezcan. Por eso, los lectores ya sabemos que en un momento dado, o Virginia Chamorro o Juan Arnau -se supone que ella por tener un grado superior- le sustituirán al frente cuando se jubile.

Casi un cuarto de siglo después del estreno de la saga con El lejano país de los estanques, La llama de Focea demuestra que Lorenzo Silva mantiene eso, la llama, encendida para sus lectores. Bevilacqua y Chamorro aún tienen, presuponemos y esperamos, un par de historias policiales por delante. Habrá que esperar, siguiendo la lógica de las novelas, hasta 2024 para ver cómo le sigue tratando la vida a la pareja de guardias civiles y, para que la saga sea redonda, conocer el futuro de algunos personajes secundarias que han vuelto a la vida d en un par de ocasiones. No dudo que el pasado del Paradise, que regresa en esta novela y lo hizo antes, se cerrará en próximo libros para tener el marco completo, tan bien dosificado a lo largo de los años.

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