En la sierra de Madrid hay un operativo de la Guardia Civil en el que la brigada Virginia Chamorro resulta herida de un disparo. Mientras ella está convaleciente en el hospital y el subteniente Rubén Bevilacqua debe proseguir la investigación con el interrogatorio del hombre que le ha disparado a su compañera para esclarecer un caso de asesinato. Pero debe dejarlo a medias y viajar a Formentera e Ibiza porque el teniente general Pereira le llama para que investigue un asesinato que le hará regresar a su pasado en la lucha antiterrorista: el de Igor López Etxebarri, ex miembro de ETA.
El mal de Corcira (Ed. Destino, 2020) de Lorenzo Silva es la décima novela de la serie Bevilacqua y Chamorro, duodécimo libro contando dos libros de relatos. Y al igual que en la última reseña de sus libros que he publicado en mi web, sobre Lejos del corazón, decía que era curioso que el nombre de ETA no apareciera durante toda la saga, sino solo mencionada con referencias o metáforas, en esta tenemos todas las dosis del pasado de Bevilacqua que echábamos en falta.
Porque el subteniente Bevilacqua, narrando como siempre su historia en primer persona desde un futuro indeterminado, alterna en esta novela la historia de la investigación en las Islas Baleares junto al cabo Juan Arnau con sus misiones de inteligencia en la guerra contra ETA en el País Vasco. Y lo hará con todas las luces y sombras que ha habido durante décadas para acabar con el terrorismo etarra, con los excesos e ilegalidades que también hubo por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
La novela El mal de Corcira adentrará el lector en la historia de cómo Bevilacqua participaba en las misiones para descubrir a los etarras, liberados y colaboradores de la banda, en unos años en los que la banda terrorista ponía el foco en matar a guardias civiles, pero también a civiles, incluidos niños, como en los atentados contra las casas cuartel de Zaragoza o Vic. Lorenzo Silva divide así el libro entre el final de la década de 2010, con la banda terrorista derrotada, aunque no disuelta, con el final de la década de 1980 y comienzos de 1990, los años del plomo.
La culpa la tendrá el asesinato de Igor López Etxebarri (su cadáver desnudo aparece brutalmente apaleado en una playa desierta), preso en cárceles de Francia y de España por su colaboración con ETA. Un pasado al que Bevilacqua tiene que enfrentarse entre otras cosas también por el trato con Amaia Etxebarri, madre de Igor y proetarra. Y todo teniendo en cuenta Bevilacqua, como todos los agentes como su viejo compañero Leandro Álamo (de la comandancia de Algeciras y con quien se reencontró en la investigación de Lejos del corazón), trabajaban de incógnito y pasamontañas para evitar ser reconocidos por los etarras. Por lo que la madre de la víctima no sabe nada del pasado del subteniente.
El Mal de Corcira nos lleva pues a conocer a fondo no solo las islas de Formentera e Ibiza durante una investigación en la que saldrá a la luz la homosexualidad de Igor López Etxebarri, sus andanzas en los lugares y ambientes gays de las islas y cómo la ocultó durante su pertenencia a la banda. Lo más importante de la novela no radica en este caso de asesinato, en el que como siempre Lorenzo Silva establece un guión perfecto de investigación de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Y desde muy pronto será Bevilacqua quien lleve las riendas y no los locales, ni el teniente Tomeu ni el comandante Tuñón, dado quién es la víctima.
Lo que más importante es conocer el pasado de Bevilacqua antes de llegar a la UCO y el origen de la relación de Bevilacqua con el teniente general Pereira, que fue quien le reclutó para combatir a ETA. Estamos hablando de una relación mucho más estrecha que la que tiene Bevilacqua con su comandante Ferrer, con quien no acaba de congeniar, como sabemos por anteriores novelas, no se llevan mal, pero no cuaja. Igual que no cuajaba en los años ’80 y ’90 las relaciones policiales entre Francia y España en la lucha contra ETA, también tema que abarca este libro, hasta que finalmente lo hizo.
Por este motivo, considero que El mal de Corcira es junto a La marca del meridiano la novela más importante de la saga Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva, que a lo largo de 22 años nos ha mostrado una evolución profesional y personal de la pareja de guardias civiles. Considerando además que, todo hay que decirlo, la resolución del caso del asesinato de López Etxebarri no me parece la mejor construida por Silva a lo largo de todos los libros. No es que sea una resolución sencilla o sacada de la manga sin motivo alguno, nada de eso, pero me convence menos que las de otras novelas, quizás esa es la parte un poco más débil del libro. De hecho, creo que hay un cierto desequilibrio en este sentido, en cómo la investigación vira y se producen cambios de sospechosos.
Por lo demás, hay que destacar que si bien al inicio de la novela la brigada Chamorro no interviene en el caso, ya que solo Arnau acompañada a Bevilacqua a Baleares (mucho más bregado y seguro que en sus primeros casos), sí lo hará en la recta final, incluida la visita a Intxaurrondo, centro de operaciones de los guardias civiles liderados por Pereira. En esta historia veremos cómo aunque la banda anunció su «cese definitivo», el poso de décadas de violencia, apoyo social o silencio cómplice permanece. En calma tensa más en los pueblos pequeños que en ciudades como San Sebastián (donde Igor López Etxebarri tenía una gestoría que había heredado).
De esta manera, El mal de Corcira resuelve algunas claves de por qué Bevilacqua es como es, como también lo descubrimos en la novela con la que Lorenzo Silva ganó el Premio Planeta 2012. Eso sí, como en otras reseñas se ha puesto de manifiesto, aun así no se lo cuenta todo a Chamorro, pese a la estrecha relación que mantienen, él se insubordinaría por ella si hiciera falta, le dice al inicio de esta novela. Siempre hay aspectos de la vida personal que no le contamos a nadie, por muy cercanas que nos sean algunas personas, y Chamorro y Bevilacqua llevan 22 años trabajando codo con codo en la resolución de asesinatos.
Porque ella sigue siendo su confidente en gran medida (ella le recomienda que la guardia Eva sea su persona de confianza en las islas y él le hace caso), le llama y le cuenta cómo va la investigación, confía mucho más en ella que en el resto del equipo. La agente Lucía sigue en muy segundo plano; la cabo primero Salgado sigue su poco a poco mayor importancia y visibilidad; y Arnau, como he dicho antes, madura y se gana el respeto del subteniente, que si en las primeras novelas en las que Arnau aparecía bromeaba continuamente con su nombre, ahora apenas tiene comentarios así.
En definitiva, El mal de Corcira, por el momento última novela de la saga Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva, es de lectura obligada para los lectores de Silva, que a través del subteniente recuerda (por medio del político e historiador Tucídides y su relato de la guerra civil de Corcira, actual Corfú) cómo, cuando la violencia y la guerra civil arraigan en una sociedad, los más extremistas son los que triunfan, los más cautos y conciliadores son tildados de cobardes, y cuando la sangre corre y llega al río, una sociedad, grande o pequeña, se mata a sí misma (¿de manera irreversible por los siglos de los siglos?).