Alaska Sanders es una joven modelo y aspirante a actriz que aparece muerta a orillas del lago de Mount Pleasant (New Hampshire, Estados Unidos) la madrugada del 3 de abril de 1999. Los agentes del pueblo realizan una investigación, entre ellos Perry Gahalowood como representante de la policía estatal, y uno de ellos, Matt Vance, le saca una confesión a la pareja de la chica, Walter Carrey, que se inculpa a él y a su amigo Eric Donovan. Sin embargo, once años después y con la ayuda del famoso escritor Marcus Goldman, se reabre el caso para descubrir la verdad igual que dos antes antes hizo para descubrir quién mató a Nola Kellergan.
El caso Alaska Sanders (Alfaguara, 2022), de Joël Dicker, es una novela policial en la que la pareja Goldman-Gahalowood se pondrá manos a la obra para descubrir al verdadero autor del crimen. Con una narración en primera persona, porque la historia la cuenta Goldman, el lector vivirá una apasionante investigación con un pensamiento que también recorre a los protagonistas: ¿por qué los pasos que dan en 2010 no los dieron en 1999?
El crimen, como sucedió con el de Kellergan en la novela La verdad sobre el caso Harry Quebert, supuso un antes y después en el pueblo donde se produjo y con un punto en común: una chica joven y guapa es asesinada, pero el misterio de la autoría no se resolverá hasta años después. Aunque en esta ocasión no pasan más de tres décadas, sino poco más de una, los dos libros tienen este paralelismo, además de la propia estructura magnífica de la novela, que da continuos giros y no permiten al lector saber quién mató a Alaska Sanders en ningún momento. Lo cual tiene mérito en un género en el que en ocasiones, queda muy claro o bastante desde un principio quién ha podido ser. Me viene a la cabeza, por ejemplo, la facilidad para descubrir al criminal en Pecado, de John Banville.
En El caso Alaska Sanders, Dicker vuelve a demostrar que es un enorme escritor. El estilo narrativo es perfecto, al igual que la trama de la novela y la evolución del caso. Marcus Goldman, tras el enorme éxito de su primera novela, ha perdido la estela a su amigo Harry Quebert tras resolver el anterior crimen, al que la narración vuelve una y otra vez. Como también lo hace a una novela anterior, El libro de los Baltimore, aunque en el tiempo de la ficción es posterior a este. En este, el joven escritor suizo sorprende y enamora de nuevo a los lectores.
La investigación policial y civil al mismo tiempo, sazonada con altas dosis de vida personal de Gahalowood y Goldman -que no se llaman por sus nombres de pila, sino como ‘escritor’ y sargento’ la mayoría de las veces-, comienza partiendo de las conversaciones con Eric Donovan, encarcelado. Y poco a poco, tratará de separar el grano de la paja, como quien dice, en un caso muy complejo, con muchas aristas. Hasta el punto de que el lector siente una y otra vez que todo a punta a una persona en concreto, como lo creen los investigadores. Pero el arte de Dicker para dar volantazos certeros en el momento oportuno para conseguir la pirueta perfecta es muy grande.
La joven Alaska Sanders tenía toda la vida por delante: era guapa, había ganado algunos certámenes de belleza y parecía que su futuro estaría en Nueva York como actriz. Pero mientras algunos, como Lauren Donovan, agente de policía que les ayuda a demostrar que su hermano Eric es inocente (ella fue la que se encontró el cadáver de Alaska mientras se lo intentaba comer un oso de madrugada), no pueden vivir el futuro sin quitarse el lastre del pasado, otros ven su vida truncada de repente. Y como Dicker es un fan de Paul Auster, esas «casualidades» de la vida llevan a que Lauren cene con Marcus Goldman cuando este llega a Mount Pleasant, sin saber para qué va el escritor al pueblo.
Y como de «casualidades» están llenas las novelas, El caso Alaska Sanders no solo está íntimamente ligada a La verdad sobre el caso Harry Quebert, sino que también demuestra, como El libro de los Baltimore, hasta qué punto cada ser humano tiene sellado su destino sin que pueda evitarlo. Los primos Woody y Hillel tenían su destino inevitable y Alaska también, como si una fuerza superior les impidiera que su vida fuera como es. Porque a lo largo de la última de las novelas del suizo, el lector reconoce los hilos en común entre estos libros.
Marcus Goldman es incapaz de forjar su destino porque está demasiado aferrado a su pasado, a su relación con Alexandra Neville, una cantante de éxito a la que conoce desde joven y cuya vida está unida al de sus primos -ya dije en la reseña de ese libro que su relación me recuerda a la de Kevin Pearson y Sophie en la serie This is us-. Y a la dependencia que tiene de su mentor. Lauren es incapaz de hacerlo también, tras más de diez años luchando por la inocencia de su hermano junto a su abogada, Patricia Wildsmith. Y Gahalowood tampoco es capaz de ver su futuro tras la muerte de su esposa, Helen, relacionada también con esta segunda investigación.
Joël Dicker plantea una novela policial, en El caso Alaska Sanders, que es un ejercicio enorme de literatura, de casualidades, de sorpresas, de metaliteratura y de mucho mucho más. De nuevo, vuelve a jugar con su alter ego Marcus Goldman, que escribe una novela basada en la investigación y que es, a su vez, el nombre del libro de Dicker. Literatura con forma de muñecas rusas, al más puro estilo Auster en novelas como 4 3 2 1, entre otras. Y lo hace de manera soberbia, hilando muy fino, despistando a los lectores con una trama apasionante, muy certera, con muchos frentes policiales, familiares, románticos, sexuales, de amistad, de celos entre jóvenes modelos como los que tenía Eleanor Lowell de Alaska cuando convivieron en Salem….
El pasado nos persigue y lo hace con los protagonistas de novelas como esta, en la que el entorno de familia y amigos de Alaska Sanders destapará la verdad sobre su asesinato en la primavera de 1999, cuando todo parecía irle bien. Pero como joven tozuda, algo alocada, impulsiva, se puso en algunos aprietos. ¿Y si no hubiera hecho esto? ¿Y si no hubiera conocido a esta persona? ¿Y si su relación con sus padres hubiera sido mejor? ¿Y si un policía no hubiera perdido la cabeza interrogando a los sospechosos Carrey y Donovan, que desde el principio, por todos los indicios, siempre fueron los principales sospechosos y lo fueron aun con el paso de los años?
Joël Dicker asombra y enamora con esta novela, esa es la verdad. Enamora la trama y la manera de desentrañarla, muy poco a poco, con continuas cabriolas de un estilo literario maravilloso. Y enamora la relación personal entre Marcus Goldman y Perry Gahalowood, dos hombres a los que les cuesta mucho abrirse emocionalmente, dos perfiles de hombres sensibles que son incapaces de abrir su corazón fácilmente y de decirse las verdades, las buenas y las malas, a la cara. Es ese perfil de amistad entre hombres que también se ve en la maravillosa película Youth, de Paolo Sorrentino, en la que los personajes de Harvey Keitel y Michael Cane, dos viejos amigos de toda la vida, se dicen que los amigos nunca se cuentan los problemas ni las cosas malas de la vida.
El caso Alaska Sanders, en definitiva, es una novela policial con mayúsculas, una combinación de narrativa de mucha calidad, una trama sin fisuras, un lenguaje, ritmo, tono y vocabulario que invita a la lectura y una resolución del caso que pilla con el pie descolocado y sorprende cuando lo tenemos delante, sin esperarlo. Es una de esas novelas redondas, que apetece leer varias veces. Y que deja la puerta abierta y una sonrisa al pensar que en un futuro próximo, el escritor Marcus Goldman volverá a resolver un asesinato con Perry Gahalowood, que volverá a escribir una novela de ficción sobre el caso que dará título coincidirá con el de la novela de ficción de Joël Dicker, que volveremos a sonreír como lectores. O quizás no, pero me atrevo a decir que sí. Otra cosa es que la valentía de Goldman en las investigaciones la veamos también en su vida personal y dé el paso que algunos esperamos.