Un periodista freelance tiene un sueño que tiene lugar en el Hotel Delfín de Sapporo, un alojamiento donde estuvo en el pasado mientras mantenía una relación sentimental con una prostituta llamada Kiki. Alguien llora por él en el sueño y decide que tiene que volver al hotel para saldar las cuentas. Pero cuando llega, el hotel ha cambiado por completo, es mucho más moderno, aunque por algún motivo mantiene el nombre de Dolphin Hotel. Allí conocerá a una recepcionista, Yumiyoshi y a otros personajes que cambiarán su vida.
Baila, baila, baila (Tusquets Editores, 2012), es una novela del escritor japonés Haruki Murakami y es una novela apasionante, pero extraña o difícil de leer para quienes no estén acostumbrados a su tipo de literatura. El protagonista de la novela, -ambientada en el año 1983-, anónimo y que es el narrador en primer persona, regresa a su pasado y en el hotel vivirá una extraña experiencia, en una de las plantas, cuando se para el ascensor, todo se vuelve oscuridad. Allí conocerá a un ser llamado el hombre carnero, en punto de conexión del periodista freelance con todo lo que sucede.
¿Pero quién es en realidad el hombre carnero, qué significado tiene? El nombre del libro, Baila, baila, baila, cobra sentido con él, eso es cierto, pero el misterio le rodea. La novela es todo un ejercicio de precisión de Murakami, desde el inicio hasta final, plantea una narrativa muy elaborada para un libro tierno, dulce, extraño, que remueve conciencias, que es al mismo tiempo duro. Una novela en la que los vivos pueden dejar de estarlo en cualquier momento y en la que los muertos están irremediablemente muertos.
El protagonista, que tiene 34 años y no sabe realmente qué hacer con su vida, se encontrará con personas muy extrañas y con muchos secretos. Además de Yumiyoshi, establecerá una relación de amistad con Yuki, una adolescente hija de Ame, una famosa fotógrafa que es una madre irresponsable que deja a su hija olvidada cuando se va de viaje para trabajar, y del escritor Hiraku Makimura (anagrama de Haruki Murakami)
La relación entre los padres y la joven la de una familia disfuncional, con la ironía de que Yuki y Ame se traducen como «agua» y «nieve»: el mismo elemento en dos estados físicos diferentes, que por un lado es irónico porque madre e hija no tienen mucho que ver, pero que al mismo tiempo es un paralelismo genial porque las dos están en universos completamente diferentes. Y la relación del protagonista con Yuki, sobre todo las menciones al atractivo de la joven y a tratarla en la traducción como una mujer -lo que choca con la mentalidad occidental- se asemeja a la del protagonista de otra de las grandes obras de Murakami: La muerte del comendador, dividida en dos partes publicadas en 2018 y 2019.
Baila, baila, baila de Murakami explorará la vida desde el punto de vista de este freelance anónimo como centro de un pequeño universo, en el que el escritor japonés ya despliega el homenaje a Lewis Carroll y su personaje Alicia que volvería a repetir en la otra novela mencionada: la unión extraña de dos mundos, bien a través de una pared de un hotel, bien a través de un agujero en una finca. Este elemento de mezcla entre realidad y ficción está muy alejada de lo que es habitual en la literatura española y europea, donde la magia, la irrealidad, lo onírico, no está a la orden del día como sí en Murakami y en los autores del boom latinoamericano: es una especie de realismo mágico a la japonesa.
En La muerte del comendador me refería a la reflexión sobre la muerte de las ideas, en Baila, baila, baila, la muerte también es un elemento fundamental. El protagonista, en la búsqueda de Kiki, se reencontrará con Gotanda, excompañero del colegio y famoso actor de cine, quien le adentrará en el mundo de la prostitución de lujo y con una prostituta llamada Mei, muy bella. La cual, a su vez, le hará encontrarse con la realidad de golpe, en una investigación policial en la que lo onírico desaparece y el lector se sumerge en la novela policial, con los agentes de policía El Literato y El Pescador, apodados así por el periodista anónimo.
El periodista freelance se pasará la novela profundizando en su relación con Gotanda, que a pesar de que en su juventud apenas le dirigía la palabra, es una fuente de extraña atracción para el protagonista del libro: parece el hombre perfecto, siempre interpreta papeles de seductor y parece tener éxito. Aunque descubrirá cómo es la vida del actor muy pronto y no sabrá que no es oro todo lo que reluce. Las otras dos relaciones más fuertes las tendrá con Yumiyoshi, una mujer esquiva, extraña y maniática, y con Yuki, una inadaptada social que no quiere ir a la escuela y que tiene unos ciertos poderes premonitorios. Una joven con problemas y sin amigos, que solo confía, poco a poco, en el protagonista.
Baila, baila, baila, es una llamada a la vida, a disfrutar del compás con el que suena la música a cada paso que damos, a no detenernos, aunque en muchas ocasiones pueda resultar muy difícil o imposible. ¿Cómo se puede bailar cuando cualquier personas de nuestro entornos puede desaparecer de la noche a la mañana sin dejar rastro? ¿Es posible escuchar la música y no dejar de bailar cuando vemos esqueletos blancos esperándonos en una habitación? ¿Vamos todos encaminados a la autodestrucción en un mundo complejo que no comprendemos, como de forma irremediable las guerras se suceden sin parar porque el ser humano es incapaz de dejar de matar a tus congéneres?
La novela de Haruki Murakami es un ejercicio de literatura difícil de apreciar si no se lee con atención o se afronta la lectura con prejuicios. Este es un libro complejo, no es una novela de entretenimiento que aporta poco aunque tenga muchas ventas. La literatura de Murakami es de precisión, apreciable en la traducción de Gabriel Álvarez Martínez. Porque hay novelas a las que el lector se enfrenta, es como un púgil de boxeo que nos va a atacar.
Este libro, Baila, baila, baila, no es una lectura de vacaciones en la playa para entretenerse mientras se toma el sol. Es una exploración al amor, a la soledad, a la marginación, al sexo, a la prostitución, a la vida que pende de un hilo, a lo mágico, a lo paranormal, a lo extraño, a los hilos rojos que nos unen a los demás aunque no lo sepamos, a los sueños que se fusionan con la realidad como dos mundos hechos de gelatina que acaban penetrándose mutuamente y nos impiden distinguir qué es real y qué no.
Es una novela que nos abrirá los ojos, como lectores, a pensar que los vivos no tenemos la supervivencia asegurada durante décadas, que no somos dueños de nuestro destino, que podemos desaparecer de un momento a otro, y que los muertos siempre estarán irremediablemente muertos. Y, tal vez, detrás de cualquier pared, como detrás de cualquier espejo, hay una realidad que si nos atrapa, no nos dejará escapar.