Palo (apodo del joven francés Paul-Émile) está fumando con Gordo, en un campo de entrenamiento. Los dos piensan en lo que les resta por delante y Palo piensa en su padre, que se ha quedado solo y viudo en París, mientras él intenta pelear para que los hombres sigan siendo hombres. Ha comenzado la II Guerra Mundial, es el año 1941 y los dos jóvenes forman parte de un grupo que intenta entrar en la nueva sección de los servicios británicos, el Special Operations Executive (SOE).
Los últimos días de nuestros padres (Alfaguara, 2014), del escritor suizo Joël Dicker, es una novela histórica y de espías ambientada en la II Guerra Mundial. Por lo tanto, es una novela totalmente alejada en ese sentido del resto de novelas de Dicker de las que he publicado reseñas. Palo forma parte de un grupo de jóvenes europeos voluntarios cuya misión será cometer atentados y luchar de manera clandestina contra los nazis.
El libro tiene un alto nivel de documentación histórica y una narración muy cuidada, con un estilo bastante diferente al de otras novelas como las tan conocidas protagonizadas por el escritor Marcus Goldman (alter ego del propio autor), como El caso Alaska Sanders. En esta ocasión, es una novela histórica y de espionaje, una novela de guerra que profundizará en la capacidad de odiar, de matar, pero también de amar, de perdonar o incluso de tener piedad con los familiares de los enemigos acérrimos.
En Los últimos días de nuestros padres, los protagonistas son un grupo de soldados (Palo, Gordo, Key, Stanislas, Laura, Claude…) con un entrenamiento especial y secreto dividido en varias fases. Todos ellos, algunos muy jóvenes, han dado el paso para salvar a la Humanidad y a los Hombres tras el inicio del conflicto bélicos. El objetivo: derrotar al nazismo ayudando con la red europea que se ha desplegado con el SOE británico.
La narración de la novela es básicamente lineal, diferente a los saltos temporales tan habituales y rocambolescos de las novelas de Joël Dicker, algunos incluso demasiado rebuscados como en El enigma de la habitación 622. Ahora, el estilo difiere, pero es muy ágil, muy sencillo de leer, es una lectura que atrapa, entretiene, estremece y toca la fibra profunda desde la primera página. De hecho, las diferencias son notables con sus otros libros, muy relacionados e interconectados entre sí, y la referencia más clara es, precisamente, con la novela mencionada en este párrafo al haber menciones a bancos suizos.
Por lo demás, Los últimos días de nuestros padres es una novela muy emocional, con una documentación exquisito del contexto histórico en el que se mueven los personajes. Palo, la figura principal de la novela, encarna los valores humanísticos de bondad, fuerza, coraje, amor, esfuerzo, dedicación y sacrificio. Por ello, incluso es capaz de abandonar a su padre para intentar salvar el mundo, pero no le puede decir la verdad, como no puede hacerlo ninguno de los miembros del SOE, que tienen prohibido hablar o escribir a sus familias y amigos.
¿Es posible que triunfe el amor en la guerra? ¿Merece la pena enamorarse entre soldados en un conflicto bélico como la II Guerra Mundial? ¿Todos los aliados son buenos y tienen el bien en la mano y todos los nazis son malos y son incapaces de amar? La vida es demasiado compleja y es una escala de grises, pero estas son reflexiones profundas que están en el aire, de manera más o menos clara, en estas novela. El suizo Joël Dicker habla en Los últimos días de nuestros padres de camaradería, de fraternidad, de amor entre iguales. Pero también habla de traiciones, de juego sucio, de agentes dobles, de colaboracionistas franceses con los nazis y de alemanes que tienen corazón y lo que se suele llamar alma.
Por un lado, la acción de esta novela histórica se centra en los hombres y mujeres del SOE, en sus entrenamientos y en sus acciones de sabotajes y atentados contra los nazis en suelo francés, algunos en el norte y otros en el sur. La guerra los cambiará a todos, estén o no preparados: algunos llegaron como niños y terminarán como hombres curtidos. Otros no llegarán a ver el final de la guerra. Algunos lucharán por tener a Dios de su parte y ser capaces de ser buenos cristianos incluso matando, otros querrán mantener sus apodos de guerra porque con la guerra han encontrado la felicidad que no tenían en tiempos de paz en sus hogares.
Y por el otro, tenemos al personaje de Werner Kunszer, un oficial del Grupo III de la Abwehr, una organización de inteligencia alemana que estuvo operativa hasta 1944 y cuyo comienzo del fin fue el Desembarco de Normandía en junio de 1944, como parte de la operación Overlord. Un hecho histórico que aparece en el contexto de la novela Los últimos días de nuestros padres y en otras novelas histórica de la época, como La isla de las tormentas, de Ken Follett. Kunszer es un oficial alemán que odia a los colaboracionistas franceses porque han traicionado a su patria y no es el típico nazi.
Con todos los personajes relacionados entre sí, conectados, esta novela histórica y de espionaje (género diferente a la novela negra habitual de Dicker), la narración y el estilo son perfectos, mostrando la grandeza y la pobreza del ser humano a parte iguales. Porque en el día a día no se muestra la verdadera naturaleza del ser humano, esta sólo aparece realmente en momentos determinados y una guerra lo es, no cabe duda.
Una guerra cambia a todo el mundo que participa en ella, despierta odios que ninguno sabemos que tenemos dentro hasta que nos encontramos en una situación concreta. Todos podemos llegar a ser asesinos si se dan las circunstancias que nos lleven a ello y cuando se mata, en nombre de Dios o de los Hombres o de la Humanidad, se mata tanto como si el fin es otro.
¿Existe salvación de Dios para los que matan aunque sus intenciones sean buenas? ¿Puede poesía después de la II Guerra Mundial? Si bien es cierto que en esta novela Dicker no se centra en el sufrimiento de los judíos durante el Holocausto, las reflexiones psicológicas y filosóficas son muy potentes en el libro, o bien porque se mencionen de manera directa o porque sobrevuelen como los aviones secretos del SOE lanzando en paracaídas a los soldados.
En definitiva, es una novela de gran calidad, que se lee fácilmente, que engancha y que es capaz de emocionar de muchas manera diferentes. ¿Cómo no emocionarse con el pobre padre de Palo y sus ilusiones con su hijo? ¿Cómo no sentir lástima de la imposibilidad de Gordo de mostrar sus sentimientos con las mujeres? ¿Cómo no debatirse entre si lo que hacen los personajes está bien o mal cuando se saltan las reglas? ¿Se puede salvar la vida de la Humanidad sin salvar la vida de un padre primero? ¿Vale más el futuro de la Humanidad que el amor paterno-filial?
Por eso, si ya el resto de novelas de Joël Dicker merecen la pena, Los últimos días de nuestros padres casi lo es incluso más por una profundidad superior al resto, pese a un estilo literario que no es del todo igual. Más alejada del resto en varios aspectos, aquí estamos ante una obra que se sale de su línea habitual pero de gran calidad, muy poderosa, excelentemente escrita y que llega al corazón.