Santiago Zavala, Zavalita, es un redactor de editoriales del periódico peruano La Crónica. Un dia, al regresa a casa, su esposa Ana está llorando porque le han robado a Batuque, su perro, y se lo han llevado a la perrera. Allí, Zavalita consigue recuperar a su mascota y descubre que en la perrera está trabajando el zambo Ambrosio, antiguo chófer de su padre, Fermín Zavala, durante la dictadura del general Manuel Apolinario Odría (1948-1956).
Conversación en La Catedral (Santillana, 2006), de Mario Vargas Llosa, es una novela en la que Zavalita y Ambrosio charlan durante horas de todo lo que sucedió en las altas esferas durante la dictadura de Odría en el Perú. Lo hacen en un bar de Lima, La Catedral, donde pasan las horas recordando a Fermín Zavala, el padre de Zavalita, las cuitas familiares y cómo vivieron algunos de los máximos responsables de la dictadura ese periodo.
Estos son unos años caracterizados por ser los de una dictadura de carácter militar. Los generales y doctores de los puestos más altos son los que manejan el orden, con un general Odría que está y no está al mismo tiempo: los problemas nunca los resolverá él directamente, sino sus hombres de confianza, como el general Paredes, Llerena, el doctor Alcibiades o Cayo Bermúdez. Contra todos ellos, contra la dictadura, estará en su juventud Santiago Zavala, mientras cursa sus estudios en la Universidad de San Marcos.
Pero sus correrías con los comunistas, con Aída y Jacobo (sus dos amigos más íntimos), no durarán mucho tiempo. Pronto se verá en problemas y dejará la política, de la que no querrá saber nada, por el periodismo. En La Crónica, Zavalita será desde redactor de locales o de policiales hasta redactor de editoriales. Así, malviviendo muchos años, con poca plata y austeridad por decisión propia, vivirá con su pareja y futura esposa, Ana. Enemistado casi con su propia familia, a la que apenas ve, por mucho que Fermín Zavala, Zoila (su mujer) y sus hermanos Teté y Chispas, lo intenten.
La novela Conversación en La Catedral nos muestra continuamente y con varios estilos narrativos, las vidas familiares y laborales de altos mandos de la dictadura odriísta en sus años de duración. La manera en la que se preparaban los mítines para hacer ver el apoyo popular del que gozaba. Las vigilancias contra los grupos comunistas y de los millonarios de La Coalición que estaban contra el general Odría. Los juegos de poder de generales y doctores. La manera en la que Fermín Zavala hacía favores a la dictadura con sus negocios, pero cuando deja de tener confianza, el gobierno le ahoga dejando de pedir sus servicios.
Mario Vargas Llosa, con esta novela, nos deslumbra con la mezcla de estilos narrativos. En algunos pasajes de la novela se entremezclan varios diálogos en varios planos espacio-temporales. Porque Conversación en La Catedral no es una novela lineal en el tiempo, del pasado al presente narrativo. Es un juego complejo al que el lector debe acostumbrarse. Y lo hará pronto si le gusta la lectura en general y la latinoamericana en particular. Más incluso si es fan de Vargas Llosa, Premio Novel de Literatura en 2010.
Los dos personajes principales de la novela son el zambo Ambrosio y Santiago Zavala. Los dos unidos por el padre de este, Fermín Zavala, y por la dictadura odriísta. A su alrededor, recordándolos, están decenas y decenas de personajes. Egoístas, interesados, entregados en cuerpo y alma a la dictadura, de todo. Amantes que ocultan sus secretos y otras parejas de lesbianas como Hortensia y la Queta a las que no les importa que las criadas las vean desnudas en la cama. Una vida de excesos y frivolidades ajenos a lo que realmente es un país como Perú, a la pobreza general de la población.
La complejidad narrativa de la maraña de personajes de Conversación en La Catedral se suavizará con el paso de los capítulos. Facilitando así el entendimiento de las acciones y la lectura del libro. Más de 700 páginas que se leen de forma amena, sin ningún peso. Para los no peruanos la lectura es un poco más complicada por los localismos, por todas las expresiones y palabras como zambo, soroche o bulín que de forma continua aparecen. Nada que no se pueda arreglar en un momento buscando su significado.
La riqueza del lenguaje de escritores latinoamericanos como Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Ernesto Sábato (cuya novela El túnel he reseñado previamente), Julio Cortázar o Roberto Bolaño, por citar a algunos de los mejores, es inmensa. Es un universo por descubrir en cada una de sus novelas. Porque la literatura latinoamericana tiene grandes exponentes universales. Recorridos vitales en novelas totales que lo abarcan todo a casi todo.
Un ejemplo es Conversación en La Catedral de Mario Vargas Llosa. Si bien es cierto que el periodo de tiempo que abarca no es tan largo como en novelas como Cien años de soledad de García Márquez, por ejemplo, sus páginas están llenas de vida. Sin tanto detalle ni colorido como, por ejemplo, sucede en Margarita, está linda la mar, de Sergio Ramírez. Si bien ambos escritores se caracterizan por darle cabida a los años de las dictaduras militares de sus países (Perú y Nicaragua), sus estilos difieren. Muy recomendables, en ambos casos, las novelas de los dos escritores.
Santiago Zavala, Zavalita, es un joven que como se nos presenta en la primera página de Conversación en La Catedral, se jodió. Como en un momento dado se jodió el Perú. La cuestión es averiguar o recordar exactamente cuándo. Todos los países, es difícil encontrar uno que no, tiene un momento en el que se ha jodido. En algunos casos de forma irremediables.
¿Cuándo se jodió el Perú? ¿Con el inicio de la dictadura de Odría o con su final? ¿Y cuándo se jodió Zavalita? ¿Cuando decidió entrar a estudiar a la Universidad de San Marcos en lugar de a la católica donde quería su madre? ¿Al momento de apartarse de sus compañías comunistas para buscar trabajo en La Crónica?
Esa es una pregunta que durante toda la conversación entre Zavalita y el zambo Ambrosio, ese negro al que la señora Ivonne no quiere ni ver en su club, donde trabaja la Queta y él paga por su compañía. Tendrá que ser el lector, convidado de piedra de Conversación en La Catedral, sentado en una mesa cercana a la que ocupan los protagonistas, el que recapacite cuándo fue el momento en el que el Perú y Zavalita se jodieron de verdad.