Una ciudad nicaragüense se viste de gala para dos homenajes: uno de ellos, en 1907, al poeta Rubén Darío, que escribirá en un abanico unos versos, «Margarita, está linda la mar…», dedicados a dos hermanas pequeñas, Margarita y Salvadorita; el otro, en 1956, a Anastasio Somoza, que dará una fiesta por su reelección presidencial.
‘Margarita, está linda la mar‘ (Premio Alfaguara de novela, 1998), del escritor nicaragüense y Premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez, es un impresionante viaje de ida y vuelta, que a veces marea con el dominio que tiene el autor sobre los cambios temporales, entre estos dos años, más uno intermedio en 1916 con la muerte del poeta, del genio, del príncipe.
¿Qué tienen en común estos dos acontecimientos de dos personajes históricos de la Historia de Nicaragua, que aparentemente no tienen nada en común? A esta pregunta, cuya pregunta no es simplemente la ciudad de León, responde la pluma de Sergio Ramírez de una forma magistral, pues en esta novela construye un relato mágico en el que une de forma genial la política, la poesía, el teatro y la misma Historia de Nicaragua, de forma ficcionada pero real como un libro de Historia.
Con un grado superlativo de descripción, ya que en esta novela su autor parece no dejar absolutamente ningún detalle sin describir, llenando de color sus páginas, ‘Margarita, está linda la mar‘ es un tremendo ejercicio de brillantez literaria. Aunque, eso sí, hay que leerla con muchísima atención, ya que a cualquier lector le costará subirse a la montaña rusa que es este relato narrativo.
Sergio Ramírez, ya se ha comentado en alguna reseña anterior de algunas de sus novelas, es un maestro del juego temporal, sus giros del pasado al presente y viceversa son magistrales y en algunos momentos totalmente imperceptibles para el lector, que perderá por completo el control de la lectura. Porque esta novela no es objeto inerte en manos de un lector: es una marea viva que si no se tiene cuidado, ahoga.
Como mínimo, se lleva por delante la manera habitual de escribir y los esquemas mentales de cualquier lector, que en unas ocasiones será llevando a volantazos vertiginosos al pasado, pero otras veces el narrador en primer persona de esta novela le guiará como si fuera un camarógrafo, como si fuera un director de cine que cambia de plano y secuencia, de tiempo y de personajes. El color, la imagen, el rococó descriptivo, una especie de ejercicio sublime de horror vacui literario, es patente en esta novela.
Pero hay que disfrutar de su lectura y tener el debido cuidado para no perderse en las olas capaces de llevarse por delante a cualquier lector de playa, por decirlo de alguna manera. ‘Margarita, está linda la mar‘, con la que su autor fue galardonado con el I Premio Alfaguara de novela, en el año 1998, ex aequo con el cubano Eliseo Alberto y premiado por ‘Caracol Beach‘.
Porque esta novela no es para leerla distraído, sino para hacerlo con sumo cuidado y deleite. Porque a veces se podrá dudar de si el capitán Agustín Prío mira desde su atalaya la plaza central de León el trajín de la ciudad por el homenaje a Rubén Darío a comienzos de siglo, o está inmerso en una especie de tertulia intelectual cuyo objetivo es el de revivir a un hombre, al poeta, al príncipe, contando con pelos, señales y versos escritos en un espejo con sangre menstrual, y al mismo tiempo matar a otro, al enemigo de la patria, al dictador protegido por Moralitos, por Van Wynckle, por Estados Unidos, a mediados de siglo.
Esto es así porque en la narrativa de Sergio Ramírez el pasado y el presente se funden de forma mágica, como buen escritor heredero directo de la generación del llamado ‘boom latinoamericano’, ya que pertenece exactamente a la generación siguiente del grupo de genios formado por Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y compañía. Mucha compañía.
La trama de ‘Margarita, está linda la mar‘ es simplemente perfecta. No solo se trata de un retrato sumamente directo, casi descarnado y cruel, de Rubén Darío, un hombre dado a la bebida, por llamarlo de alguna manera, que huye de su esposa, Rosario Murillo, en los brazos de Eulalia. También de una extraordinaria estrategia para asesinar a Anastasio Somoza aprovechando una fiesta con mucha pompa que tendrá lugar en la ciudad de León el 21 de septiembre.
Para ese mismo día, un variopinto grupo de actores que viaja en barco con una estatua de Rubén Darío interpretará la obra de teatro ‘Tovarich‘. Confabularán, bordeando la realidad con el lenguaje, para cometer el crimen, con un ‘animalito’ bien guardado. El día que de una manera mágica, pasado y presente se dan la mano. El día que pasado y presente se pasan el testigo, en forma de abanico.
El día que la ciudad de León permanece en el limbo del tiempo, en el que una persona pasa de ser una niña dulce que ve cómo un poeta le dedica unos versos, a una mujer, a una Primera Dama airada, que ve cómo otro poeta comete un atentado.