Un hombre hurga en la tierra de una tumba con cuidado hasta que encuentra unas ropas, una mantita de cuna. En su interior están los restos del cadáver de un bebé. El hombre hace presión sobre el tórax y tira, hasta que arranca de cuajo uno de los brazos de la criatura. Después, huye del lugar. ‘Legado en los huesos’ (Destino, 2014), de Dolores Redondo, el segundo de los libros de la Trilogía del Baztán, nos hará revivir el miedo de la primera novela, pero mucho más.
Tras el caso de los asesinatos de chicas adolescentes en el mal llamado caso del Basajaun, Amaia Salazar, la inspectora de Homicidios de la Policía Foral de Navarra, espera el juicio a Jasón Medina. Acusado de la muerte, violación y mutilación de su hijastra, Johana Márquez, una de las chicas víctimas de esos crímenes cometidos en Elizondo, en el Valle de Baztán.
Pero el juicio no se celebra porque el acusado se ha suicidado en el baño de los juzgados. Antes de hacerlo, ha dejado una nota para la inspectora en la que una sola palabra será el desencadenante del terror: tartallo. Un ser mitológico, una especie de cíclope caníbal que devora a sus víctimas y muestra los huesos de sus víctimas.
Así que la inspectora Amaia Salazar, embarazada, deberá enfrentarse a un caso aún más complicado que el anterior. Un caso extraño en el que la unidad de homicidios con el subinspector Zabalza, el joven Jonan Etxaide e Iriarte. Y todo se complicará cuando el asunto se convierta en algo personal porque el mayor sospechoso, siempre en la sombra, rete personalmente a la inspectora. Que, contra todo pronóstico, en lugar de una hija, al inicio de la novela da a luz a un niño, al que llamarán Ibai, el «niño del río». El primer hijo del matrimonio de James y Amaia.
Con ‘Legado en los huesos‘, la trilogía del Baztán se vuelve aún más macabra y tenebrosa que la primera parte, ‘El guardián invisible‘. Dolores Redondo sigue tirando de la madeja de la historia, que ahora se adentra en quién manipula a una serie de hombres que matan a sus mujeres. Lo que parece que son unos asesinatos machistas más, se convierten en algo diferente cuando se va tirando del hilo y se encuentran algunas semejanzas. Como el hecho de que a Johana Márquez y a alguna de las mujeres víctimas se les amputa un abrazo después de muertas.
Más complicaciones aún para el caso cuando empieza a haber actos vandálicos en la iglesia de San Juan Bautista en Arizkun. Alguien ha intentado quemarla provocando un incendio usando el brazo de un mairu-beso, un brazo de un recién nacido sin bautizar, como antorcha. Así que la historia de la novela no solo trata sobre mitología y razón, sobre ciencia y fe. También hay una trama abierta sobre los agotes, unos habitantes tratados desde hacía siglos en Baztán como apestados, maltratados por la Iglesia y cuyo maltrato en el pasado parece que ahora alguien quiere vengar.
‘Legado en los huesos‘ cautiva desde el inicio de su lectura, de eso no hay ninguna duda. La trama es genial, va cerrando algunos elementos de ‘El guardián invisible‘ y abriendo nuevas. ¿Qué tienen en común los maltratadores y asesinos de sus parejas? La inspectora Amaia Salazar deberá seguir abriendo puertas peligrosas, pese a las advertencias de su tía Engrasi. Pese a que todo parece indicar que el peligro se cierne sobre ella de forma personal. Nada detendrá a la inspectora, ni siquiera los baches de su matrimonio con James tras el parto. Ni siquiera la aparición del juez Xabier Markina, un seductor que enloquece a las mujeres con su atractivo, y que ella enseguida nota que se ha enamorado de ella.
Dolores Redondo plantea un viaje más oscuro y siniestro en la segunda novela de la trilogía del Baztán. No solo por tratarse de una novela en la que hay profanaciones de tumbas de bebés ni porque quien parece que domina a los maltratadores que firman ‘Tarttalo‘ en sus suicidios la esté retando. Sino porque descubriremos parte del pasado oculto de la familia Salazar. Una familia unida por la tía Engrasi, en la que las hermanas Ros, Flora y Amaia tienen relaciones muy desequilibradas entre ellas. Ahí, junto con los problemas con James, está la parte familiar de la novela, tan intrincada con la parte criminal, de forma perfecta por parte de la autora.
Porque ‘Legado en los huesos‘ ahonda en los miedos más profundos del ser humano, esos que vuelven con el olor de una persona. Amaia fue una niña aterrorizada por su madre, Rosario Iturzaeta. Y un padre, Juan, que no sabía qué hacer, superado por el comportamiento de su esposa. Ahora es una mujer que sigue soñando con una niña que le avisa de que no deje que su madre la coma. Ese miedo regresará, porque los miedos siempre vuelven. Sobre todo cuando su madre, ingresada en una clínica prestigiosa, Santa María de las Nieves, ataca a un celador y escribe con su sangre la palabra tartallo en la pared.
Momento en el que entra en acción un personaje, el padre Sarasola, del Opus Dei, que enseguida querrá tener a su madre bajo su tutela porque es un caso clínico que le interesa para poder conocer la raíz del mal. Un mal que ya intuimos que es demasiado profundo en el Valle de Baztán a medida que descubramos personajes como la enfermera Fina Hidalgo, hermana del médico que asistió el parto de Amaia Salazar.
De manera que todos los elementos se cocinan a fuego lento en esta historia. Lo personal y lo profesional se mezclan, como lo hace la fe y la ciencia, la religión y la razón, la mitología vasco-navarra y el conocimiento, la lógica que tanto caracteriza a Amaia Salazar. La poli estrella a la que varios detenidos querrán ver antes de intentar suicidarse, dominados por una mente perversa. La poli estrella que no cae bien a todo su equipo, porque tiene roces con el subinspector Zabalza. Y tiene disputas con el inspector Fermín Montes, expedientado por lo que hizo en Elizondo en el final de ‘El guardián invisible‘, y que solo volverá a trabajar si ella da su visto bueno.
Ni qué decir tiene que esta es una novela perfectamente escrita, en la que el lector llega a pasar el mismo miedo que la propia Amaia Salazar. Se introduce de lleno en los bosques, cuevas donde habita la diosa Mari y lugares místicos de Elizondo y el Valle de Baztán. Pero no echará de menos Pamplona como lo hace la inspectora. Ni el propio James parece querer volver, porque le propone a Amaia vivir en una antigua casa de la familia, en Juanitaenea. Allí donde un jardinero, Esteban Yáñez, la mirará de forma extraña en la oscuridad.
Oscuridad, y mucha, es lo que hay en ‘Legado en los huesos‘. Dolores Redondo prosigue el hilo de los asesinatos del basajaun, pero introducirá más tramas tétricas. Para llegar a la solución del caso, la inspectora Amaia Salazar deberá llegar al origen de todo, como le cuenta Aloisius Dupree, su amigo del FBI, en sus cortas, intensas y peligrosas conversaciones telefónicas, como le advierte la tía Engrasi. Una mujer que nunca quiere salir del valle. Un punto mágico en la geografía española, donde se juntan lo real y lo mítico, donde el equilibrio se ha roto, donde le basajaun silba y la inspectora le escucha.
¿Estará en lo cierto la inspectora al pensar que el tartallo es realmente quien está dominando a los hombres que asesinan a sus esposas? ¿Quién es, para que algunos de ellos solo quieran hablar con ella, la poli estrella, y con nadie más? ¿Qué interés personal tienen ese ser mitológico, hecho carne, en ella y en el pasado familiar de Amaia Salazar?
La novela ‘Legado en los huesos‘ da la respuesta a estas preguntas, va cerrando algunas cuestiones de ‘El guardián invisible‘, pero abre todas estas incógnitas y más. Todas ellas deberá descubrirlas el lector. No se arrepentirá de hacerlo, saldrá con placer de una lectura tan buena como la de la trilogía del Baztán, que cerraremos próximamente con la reseña de la última novela, ‘Ofrenda a la tormenta‘.