reseña de Historias de mujeres casadas

Reseña de la novela ‘Historias de mujeres casadas’, de Cristina Campos

Gabriela Salinas hace el amor con Pablo Hausmann, su amante, en la buhardilla en la que él vive en Barcelona. Ella es una periodista freelance que escribe una columna en la revista La Femme; él, un afamado escritor. Una década atrás (2008) se conocieron en la Feria del Libro de Londres y ahora, tras una década de miradas furtivas, los dos se aman. Ella le pide que lo deje todo y se vayan a vivir juntos. Pero ella también está casada y después de una tarde más de sexo, regresa a su casa, donde su marido, Germán, está bañando a su hijo en la bañera.

Historias de mujeres casadas (Editorial Planeta, 2022), de Cristina Campos, es la novela finalista del Premio Planeta 2022 (aquí puedes leer después mi reseña de Lejos de Luisiana, ganadora del Premio Planeta 2022). En ella, la autora no solo cuenta la relación de dos amantes que se satisfacen sexualmente mientras tienen unos matrimonios anodinos y llenos de mentiras desde que ellos tienen su relación extramatrimonial. Es una historia de amor, de celos, de locura, de literatura, de pasiones, de grilletes que se rompen, de prostitución, de comportamientos morales e inmorales, y de muchas cosas más.

La protagonista principal es Gabriela Salinas, una mujer de cuarenta y cuatro años, y el cuerpo y la mente llena de cicatrices y heridas. No solo físicas tras el parto de su hijo, también psicológicas, de las que no se ven, pero que muchas veces pesan aún más. Su vida se divide en tres: su matrimonio con Germán, un hombre noble, pero callado, misántropo y solitario; su trabajo para la revista entrevistando a mujeres influyentes del mundo de la cultura y redactando su columna; y todas las vivencias con sus amigas Silvia (fotógrafa de La Femme), Eugenia Sentmenat (directora de la revista) y Cósima (sobrina de Eugenia).

En la vida de Gabriela se cruzará para cambiarlo todo Pablo Hausmann, de cincuenta y cuatro años, casado con una actriz argentina llamada Pia y escritor de éxito. Y así vivirá una doble historia de amor: porque Gabriela quiere y amar a su marido, Germán, pero también quiere y ama a Pablo. En Historias de mujeres casadas, nombre de la novela y también de la columna de Gabriela en La Femme, el lector penetrará en la mente de Gabriela y sentirá sus dudas, su dolor, sus infidelidades, su pasión y sus ganas de deseo. Las contradicciones de su mente, las mentiras, su debilidad y su fortaleza.

Narrada en tercera persona con diferentes momentos en los que Cristina Campos se dirige directamente al lector, la novela habla de temas que muchas veces o casi siempre son tabúes en la sociedad. Lo hace sobre el sexo desde el punto de vista de la mujer y no del hombre solo; de la diferencia entre querer, amar y desear; de la masturbación y el deseo sexual femenino; de la endometriosis y los dolores de las mujeres cuando tiene la regla; del amor y la infidelidad cuando ellas son infieles o cuando la sufren; de las justificaciones que pueden tener ser infiel: del sexo por obligación en el matrimonio.

Y lo hace de un modo muchas veces divertido, con un estilo narrativo amable para el lector, cómodo de leer. Sin ser una novela erótica, tiene diferentes escenas en las que muestra el sexo de manera salvaje y carnal, como si pudiésemos oír gemir a Gabriela; desde el punto de vista femenino, poniendo a Gabriela, a Silvia y a Cósima en el centro del universo. La mujer como núcleo central de la novela, rodeada de diferentes maridos –Salva, marido de Silvia; Emmanuel, marido de Eugenia; Bosco de la Loma-Osorio, marido de Cósima-. Y ahí es donde entran en juego los diferentes modos en los que la narradora plantea la infidelidad en función de quién la comete y quién la sufre.

En Historias de mujeres casadas, Cristina Campos plantea temas bastante serios y complicados de gestionar. ¿Qué hacer cuando somos infieles? ¿Qué hacer cuando somos víctimas de la infidelidad? ¿Un amigo o una amiga siempre debe apoyar a sus amistades aunque estén comportándose de manera indebida o la amistad está por encima de todo? Porque los seres humanos somos animales y cuando la parte irracional se apodera de lo racional, cuando el deseo sexual es tan fuerte que está por encima de las leyes y los comportamientos socialmente aceptados, todo cambia, todo se pone patas arriba.

Aderezado con la metaliteratura que suponen todas las reflexiones sobre cómo los protagonistas de los libros son muchas veces o siempre el alter ego del autor o autora, sobre cómo un escritor debe mantener la disciplina para escribir y sobre cómo hay que escribir una novela, Historias de mujeres casadas es una de esas novelas difíciles de digerir para quienes piensen que lo que escribe un escritor o una escritora es, en realidad, lo que piensa y siente; para quien crea que narrador y escritor es lo mismo.

Pero más allá de esta confusión quizás demasiado extendida en la actualidad de relacionar lo que piensa un escritor con lo que piensan hacen sus personajes (no digamos ya no leer a un escritor porque ideológicamente nos cae mal), Historias de mujeres casadas es una novela muy atrevida en muchos sentidos. Aunque sea tratando temas cotidianos, falta mucha costumbre de que el sexo (incluidas narraciones de escenas en las que el cuerpo de la mujer sea el protagonistas y no el del hombre), el deseo, el amor, la maternidad, el deterioro físico, los partos, el replanteamiento de la orientación sexual y la libertad en todos los sentidos tengan como protagonistas a mujeres: su pensamientos, su dolor, su frustración, su amistad (tan diferentes a la de los hombres entre sí en este libro), su necesidad de sexo.

De que sean ellas las que en una novela sean las que traspasa los límites y no sean solo las abandonadas (como en Un verano sin hombres, de Siri Hustvedt, o en Misión Olvido, de María Dueñas). Eso es lo que tiene en común Historias de mujeres casadas con Lejos de Luisiana: pese a ser dos novelas de estilos y géneros muy diferentes, las dos comparten esa lucha de la mujer por su libertad y sus deseos sexuales y amorosos.

En el caso de la novela de Cristina Campos, con muchas referencias literarias (a Hustvedt, a Paul Auster o a la habitación propia de Virginia Woolf, entre otros, ambos expertos en la metaliteratura), musicales (impresionante la escena con la canción Common people de Pulp de fondo) o cinematográficas (a películas de Woody Allen, de Damián Szifron o a la actriz Itziar Castro), la mujer es el centro de todo, para lo bueno y para lo malo. Pero sin caer en el maniqueísmo, ni siquiera con la licencia y la libertad que permite la ficción, de que los hombres sean los malos y las mujeres las víctimas.

¿Son malos Gabriela Salinas y Pablo Hausmann? Esa es una pregunta que ronda durante toda la novela, en la que surgen cuestiones morales y éticas, así como de cómo nos comportamos con una persona que es amante o ligue ocasional: ¿nos mostramos tal y como somos o, por el contrario, mostramos solo lo bueno y ocultamos todo lo malo? Así que, quien lee Historias de mujeres casadas, puede preguntarse: ¿son en realidad Pablo Hausmann y Germán el mismo tipo de hombre?

En la vida hay dolor, hay contradicciones, hay situaciones imposibles o muy difíciles de perdonar, hay deseos animales irrefrenables, hay violencia, altibajos en las relaciones de pareja, dolores por bebés que no se tienen y falta de sueño cuando se tienen. Y de todo eso y mucho más hay en Historias de mujeres casadas, una novela que consigue hacer reír con su naturalidad; que puede incluso hacer enfadarse y dejar la lectura a quien haya vivido situaciones parecidas a las de sus protagonistas.

Por lo tanto, Historias de mujeres casadas es una novela con muchas aristas, con muchos recovecos, con muchos grises, con mucho deseo, pasión, odio y culpa. Una novela que no se entiende, obviamente, sin los tiempos actuales en los que el feminismo, mal que le pese a muchos, gana terreno. Lo hace en el mundo de la literatura o en la televisión (la serie Machos Alfa de Netflix es un buen ejemplo con paralelismos muy claros con esta novela finalista del Planeta 2022). La cultura cambia con el tiempo y hace 20 años seguramente esta novela seguramente sea impensable, pero escrita y premiada, leerla es un buen ejercicio para disfrutar con la segunda novela de Cristina Campos.

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