Juan García Madero es un joven de 17 de años que vive en el México DF a mediados de la década 1970. Allí conoce a un grupo de jóvenes poetas llamados real visceralistas, liderados por una extraña pareja: Ulises Lima y Arturo Belano. Al grupo pertenecen otros poetas como Piel Divina o Moctezuma, y a su alrededor giran las hermanas Font y otros más. En total forman un grupo que rinde homenaje a una vertiente poética de los años 1920 y 1930 caída en el olvido.
Los detectives salvajes (Anagrama, 1988) es una tremenda novela del escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003), ganadora del Premio Herralde de Novela 1988. Una gran aventura, dividida en tres partes. La primera y la tercera son un diario del joven García Madero, un joven que resulta ser intelectual y poéticamente mucho más sabio que Lima y Belano. Dos jóvenes que son trasuntos de Roberto Bolaño y del poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro.
Así, mientras que Bolaño y Papasquiaro son los fundadores del movimiento poético infrarrealista en 1975 en México, Belano y Lima se aventura en la búsqueda de Cesárea Tinajero, a la que rinden homenaje con su real visceralismo. Ella es una poeta desconocida para muchos, por lo que la búsqueda a lo largo de todo el libro de esta mujer se convierte en una odisea por todo México. De ahí el nombre de Ulises Lima: la búsqueda de la poeta, creo, es un intento de Lima y Belano de volver a su casa y origen poético, al inicio del real visceralismo (una vanguardia más), a la poesía mexicana de Tinajero, de la que solo hay un poema publicado y no es un poema al uso, claro.
En la novela Los detectives salvajes de Roberto Bolaño es una inmersión a un universo mágico, al que parece que a través del lenguaje solo tienen acceso los escritores latinoamericanos (aquí puedes leer mi reseña de Una novela criminal, de Jorge Volpi). Porque quien lea sus novelas (de Bolaño y de décadas antes de Gabriel García Márquez, de Mario Vargas Llosa, los cuentos y poemas de Julio Cortázar, de Juan Rulfo…) queda atrapado en eso: en una magia literaria, en un lenguaje sensual (ya no por el erotismo y el sexo, que lo hay en esta obra de Bolaño, sino en la sensualidad que despierta los sentidos a través de las palabras). La magistral literatura latinoamericana de este tipo de autores te abraza y no te deja escapar.
La novela está dividida, como se ha dicho, en tres partes: el diario de Juan García Madero nos muestra en primera persona cómo son estos jóvenes poetas mexicanos y extranjeros, en búsqueda de una voz propia, de un sitio en la poesía mexicana. Son historias entrelazadas las unas con las otras, con la locura de Quim Font de por medio, historias de amores, de homosexualidad, de prostitutas y sus padrotes que harán cualquier cosa por traerlas de vuelta si alguien huye con ellas. Un diario a través del cual nos reconocemos en la juventud que se cree inmortal, frente a la madurez que ya ha olvidado lo que es luchar por un ideal.
En medio Roberto Bolaño nos presenta en Los detectives salvajes un inmenso documental por escrito. El lector solo tiene que imaginarse a los protagonistas mirando a una cámara que les está grabando mientras relatan historias e historias con Ulises Lima y Arturo Belano como protagonistas. Desde la nochevieja de 1975 hasta el año 1996, decenas y decenas de personajes se cruzan con Lima y Belano, se enfrentan a sus rarezas, quedan pasmados con sus silencios y su comportamiento huraño, apareciendo y desapareciendo sin rendir cuentas a nadie, o ven cómo se baten en duelo de espadas en una cala de la costa catalana.
Porque Bolaño, siguiendo la estela de autores mencionados del realismo mágico, va a parar a Barcelona, como los protagonistas del libro y algunos de los que giran a su alrededor. México, Estados Unidos, Israel, Francia, España… Los detectives salvajes viajan por el mundo, el lector lo hace con ellos, maravillado por las conexiones que establecen sus protagonistas, por la cantidad de proyectos inacabados, por cómo surgen y desaparecen revistas poéticas, por cómo los números aparecen en las cabezas de los habitantes del mundo de la novela y les hacen ganar millones en las quinielas.
Encontrar a Cesárea Tinajero parece eso, acertar un pleno al 15 en una quiniela de fútbol. Por el camino, narrado siempre en la tercera persona de los personajes entrevistados para un documental (no se sabe quién lo está grabando, ¿el propio Bolaño es quien está en la posición del lector, los personajes le hablan a Bolaño y a nosotros los lectores al mismo tiempo?), veremos a personas despojadas de cualquier tipo de riqueza también, hojas llevadas por el viento y que tan pronto se posan en un lugar, que salen volando sin saber cuál será su próximo destino.
Y hasta nos daremos cuenta con Los detectives salvajes de que es posible que quien está despierto esté callado, mientras que los dormidos hablen y sean quienes mantienen conversaciones. Sobre todo si el interlocutor -hablamos de Amadeo Salvatierra, quien más información les da a los detectives salvajes sobre Cesárea Tinajero de todos los que «hablan» en el documental- lleva horas bebiendo mezcal con ellos y la realidad y la ficción, el sueño y la vigilia, lo real y lo inventado, lo claro y lo borroso y lo oscuro se confunden entre sí. En esos momentos en los que un cristal muy fino se nos pone delante de los ojos, delante de la razón, delante del corazón, de manera tan sutil que vemos y no vemos, pensamos y no pensamos, sentimos y no sentimos, somos y no somos.
Así es la extraña y fantástica dualidad de Ulises Lima y Arturo Belano, dos partes de un todo misteriosos. Es posible, además, que en realidad todo el universo esté formado por extrañas y fantásticas dualidades que no podemos comprender de verdad. Porque, ¿podemos decir que el lector conoce a Lima y Belano cuando acaba la novela? ¿Quién es cada uno de ellos por separado y quiénes son juntos? Es bonito e interesante plantear una novela en la que sabemos lo que hacen sus protagonistas, pero que al acabar de leerla nos quedemos con la duda de quiénes son y por qué hacen lo que hacen.
Es poético, la novela tiene mucho de poesía, no solo por los poemas que aparecen. Los detectives salvajes es una novela acerca de la vida, del sexo, de injusticias, de odios, de seres inadaptados a la sociedad y a la vida (no es fácil vivir ni es fácil morir, nada es fácil). Nos enfrentamos con su lectura (¿enfrentamos, como en una lucha intelectual por comprenderla?) a un universo maravilloso surgido de la mente de un escritor monumental como Roberto Bolaño, a quien la muerte se lo llevó demasiado pronto por desgracia.
En definitiva, Los detectives salvajes es una novela descomunal, que impactará en el lector, seguro. Un lenguaje perfecto, una trama tejida a la perfección por Bolaño, un recorrido por la vida misteriosa de dos fantasmas que transitan por la vida y que, de la noche a la mañana, pueden desaparecer sin dejar rastro, sin despedirse de nadie, porque ellos son su propio mundo a fin de cuentas. Pero una vez que te los cruzas en el camino, es imposible olvidarlos.