¿Qué puede llevar a un hombre que acaba de salir del manicomio y que es contratado por su cuñado como peluquero de una peluquería de señoras a involucrarse en una trama empresarial corrupta en la que se ve obligado a entrar de noche en la sede de la empresa El Caco Español para robar unos documentos incriminatorios, prueba de las redes de las clases política y empresarial de Barcelona?
Es posible que el lector no llegue a tener una respuesta clara a esta pregunta habiendo leído la obra entera. Hasta es posible que el detective anónimo de la saga de Eduardo Mendoza tampoco lo sepa. Pero así es como da inicio la tercera novela de esta serie, ‘La aventura del tocador de señoras‘ (Seix Barral, 2003). El detective, recién salido del manicomio, no pasa ni un día tranquilo en la peluquería sin verse envuelto en esta aventura en la que no se sabe quién miente y quién dice la verdad.
Ambientada en Barcelona, esta obra narrada en primera persona por el detective aparentemente loco que termina por tener más clarividencia y visión que el resto de protagonistas, da muestra del sentido del humor y del tipo de literatura cercana a Cervantes que profesa su autor. Situaciones rocambolescas en las que no se ve una salida fácil para el detective. Y, en ocasiones, en las que ni siquiera parece posible que pueda salir con vida.
En forma de sátira, como un humor absurdo que arrancará más de una sonrisa al lector, ‘La aventura del tocador de señoras‘ quizás no pueda ser catalogada como una novela de culto, siendo más cercana a las novelas ligeras, en opinión de quien escribe esta reseña de ‘La aventura del tocador de señoras‘. Novelas que entretienen, que tal vez aporten conocimientos, pensamientos o ganas de recapacitar al lector. Puede que sí, puede que no. A fin de cuentas, la literatura y, más en concreto, el escritor, no tiene la obligación de enseñarle nada al lector sobre la vida, la muerte, el bien, el mal…
Si lo hace, bienvenido sea. Cuanto más profundo sea el poso que deja la obra en la mente y el espíritu del lector, mejor será (novela, teatro, ensayo, poemario…). Y seguramente esta novela no sea la que más recuerde el lector de las escritas por Eduardo Mendoza. Ni la que más éxito haya alcanzado. Pero es una muestra del estilo asentado del escritor. Una vez más, el detective anónimo se verá envuelto en una trama en la que es perseguido y en la que él persigue. Ayudado por amigos o familiares y, al mismo tiempo, entorpecido o ayudado por quienes quieren que trabaje para ellos.
Lo rocambolesco aumentará más si cabe desde el momento en que haya un muerto de por medio. Los cadáveres siempre provocan más preguntas que respuestas, y el asesinato de un empresario al que precisamente el detective tiene que robar unos documentos, el director de El Caco Español, lo complicará todo. Porque le complicará la vida, ya cadáver, a sus socios y al círculo de personajes de la obra. Pero también lo hará más divertido, como cuando el detective acaba recibiendo en su piso la visita de casi todos los protagonistas finales de la novela.
Cada uno de ellos queriendo obtener respuestas a sus preguntas, todas ellas entrecruzadas, en un piso pequeño que acaba siendo un homenaje al camarote de los Hermanos Marx en la película ‘Una noche en la ópera’. Con un protagonista que en algunos momentos puede incluso llegar a robarle el protagonismo al detective. Y, creo que sin duda, más gracioso e hilarante: el alcalde de Barcelona.
Un alcalde que no deja de repetir que está en campaña para ser reeligido en su cargo y que hay determinadas cuestiones que él no debería oír porque no es bueno que un alcalde escuche según qué cosas. Las diga o no las diga el detective anónimo, ayudado de manera cercana en esta ocasión por Magnolio, un negro vestido de chófer. El alcalde es, por lo tanto, una figura, dentro de la madeja de verdades y mentiras, malentendidos, traiciones, corrupción y humor absurdo, que sobresale sobre el resto.
En definitiva, ‘La aventura del tocador de señoras‘ es una novela divertida en la que el lector irá descubriendo el pastel a medida que el detective anónimo lo revele. Una buena forma de seguir adentrándonos, junto a otras reseñas de libros de Eduardo Mendoza, en gran parte de la obra escrita por el Premio Cervantes 2016.