Geoffrey Vintner es un compositor al que su amigo Gervase Fen, profesor de Oxford y detective aficionado, llama para que viaje a Tolnbridge y se una al coro de la catedral para tocar el órgano debido a que el organista principal, Brooks, ha sido asesinado y el suplente, Dutton, no puede tocar. Pero antes de que llegue a su destino, intentarán matarle y en pleno viaje en tren recibirá amenazas. Acompañado por el conde Fielding, que le salva la vida en un centro comercial antes del viaje, llegará al pequeño pueblo, donde las cosas se complicarán cada vez más si cabe.
Asesinato en la catedral (Impedimenta, 2018, traducido por Magdalena Palmer), es uno de las novelas de Edmund Crispin protagonizadas por el excéntrico Fen. En esta ocasión, investigará una serie de asesinatos en Tolnbridge, dentro de la propia catedral del pueblo, en una historia de brujas, la II Guerra Mundial, misterio y ciertas dosis de humor. ¿Pero qué motivos pueden existir para asesinar a un organista y amedrentar a su sustituto, Vintner, para evitar que llegue a su destino?
Eso será lo que trata de descubrir Fen en una investigación que al final será paralela a la del inspector Garret y Scotland Yard. Lo hará en un pueblo pequeño en el que el número de sospechosos se reduce a unas cuantas personas que tienen acceso a la catedral, como el canciller episcopal John Dallow, el canónigo Spitshuker, el psicoanalista Justinian Peace o el doctor Garbin. Y si bien es cierto Fen no tardará mucho en descubrir la causa de los asesinatos (al del organista Brooks habrá que sumar el del chantre Butler, el padre de Frances), lo que pasa por su cabeza siempre será una incógnita.
En esta novela de misterio, Asesinato en la catedral, publicada originalmente en 1946, Crispin cumple con las reglas básicas de una novela de este tipo, con un ritmo cómodo para su lectura y jugando a hacer metaliteratura, con un Fen que espera no ser parte de las llamadas Crónicas de Crispin, en alusión a las novelas que él mismo protagoniza. De esta manera recuerda al Quijote de Cervantes, paradigma para tantos novelistas de cualquier género.
Gervase Fen es un hombre con cambios bruscos de humor obsesionado con los insectos, que no deja perder la ocasión de demostrar su inteligencia incluso intimidando, insultando y humillando a quien quiera que diga lo que a su parecer es una tontería. Incluido su amigo Vintner, que caerá profundamente enamorado de Frances. Fen, de esta manera, es una mente preclara para lo que todo aparece como por arte de magia en su cabeza y, entre comillas, lo «único» que necesita son las pruebas que demuestren sus teorías.
Unas teorías que en Asesinato en la catedral deberán resolver estos crímenes en una iglesia donde habitan los fantasmas de los enterrados en su interior, con el eco aún a mediados del siglo XX de las cazas y quemas de brujas en la hoguera varios siglos atrás. Y ese será un elemento más en el cóctel de la novela: los aquelarres de brujas que según una parte de la población aún se siguen celebrando en Tolnbridge. Un pueblo relacionado en esta novela por culpa de algunos colaboracionistas del nazismo con lo peor que ha dado la Historia de la Humanidad.
La novela, que tiene algunos toques de humor muy británicos, por llamarlos de alguna manera, muestra realmente a un personaje principal muy antipático, al que cuesta quererle. Si una de las claves del éxito de una novela es el cariño por sus personajes principales, Edmund Crispin digamos que no las trabajó en la serie protagonizada por Gervase Fen. Un hombre tan maleducado para unas cosas, de mente extraordinariamente clara y educado, irónicamente o no, cuando está al borde de la muerte. El beneplácito de los lectores por calidad humana y simpatía tiene que ir, en la mayoría de los casos, hacia Geoffrey Vintner.
Si bien el autor de estas reseñas no ha leído todas las novelas de la serie, sí se detectan algunos elementos en común entre esta y otras como Enterrado por placer. Por ejemplo, el esquema es parecido, aunque en Asesinato en la catedral Fen tarda en aparecer en escena. Lo que es común también es la presencia de algún manicomio, la querencia de los criminales por los hospitales donde se internan sus víctimas y la manera de resolución de los crímenes.
Porque aunque en Enterrado por placer el carácter de Fen no es tan estrambótico ni violento como en esta novela, lo que sí hace es guardarse para el final, para desesperación de quienes tienen que soportarle, la explicación de sus proceso deductivo para resolver el caso. Tampoco faltan las historias de amor y los alojamientos de mala muerte para alguno de los protagonistas (en este caso el peor parado el Fielding).
Asesinato en la catedral plantea al lector, por lo tanto, una de esas historias de misterio muy interesantes, pero que hacen pensar realmente en cómo un detective puede dar con la solución a los crímenes de manera tan rápida y certera. Pero ya se sabe que la literatura tiene esa característica que tan difícil es encontrar en la vida real: un policía o un detective que con echar un vistazo a todos los que están alrededor de un crimen, enseguida sepa quién es el culpable o prácticamente lo haga sin género de dudas, y solo le hagan falta pequeños detalles para comprobarlo (y bastante suerte también, todo hay que decirlo).
Edmund Crispin, uno de esos autores británicos de novela de misterio que tanto agrada descubrir cuando uno lee al menos uno de sus libros, deja muy buen sabor de boca en este libro publicado por Impedimenta en 2018 (vaya el agradecimiento a esta editorial por la publicación de esta novela y de otras como Solenoide, de Mircea Cărtărescu, y otros autores extranjeros).
El lector, por lo tanto, que busque una novela de misterio interesante, con un argumento sólido, bien estructurado, en el que los impulsos del corazón se mezclan con la sinrazón del odio, tiene en Asesinato en la catedral una buena lectura.