reseña de la novela Ojos de agua, de Domingo Villar

Reseña de la novela Ojos de agua, de Domingo Villar

El saxofonista Luis Reigosa pasa la noche en su piso de la Torre de Toralla de Vigo. Pero él no sabe que será la última: esa noche de mayo morirá asesinado atado en la cama y el asesino le inyecta formol en sus genitales, provocándole una muerte horrible. El inspector Leo Caldas recibirá una llamada para investigar la muerte del artista.

Ojos de agua (Siruela Policíaca, 2006), de Domingo Villar, es la primera novela policíaca protagonizada por el inspector Leo Caldas y su compañero el agente Rafael Estévez, aragonés. Juntos tendrán que investigar este caso con dos tipos de actitudes y métodos completamente distintos. Caldas es meticuloso y pausado, muy intuitivo, se toma el caso como si fuera cocinar un plato a fuego lento y lo va madurando en la cabeza. Estévez es impetuoso, muy alto y pesado, pierde la calma con facilidad pero está dotado también de intuición policial.

Los dos juntos llevarán la investigación de una muerte violenta sin encontrar pistas sólidas en el lugar del crimen, por lo que tendrán que investigar el entorno de la víctima y averiguar quién puede tener acceso al formol o formaldehído. De manera que resolver el caso será un proceso lento y medido, con una trama paralela: las apariciones de Caldas en el programa de Onda Vigo Patrulla en las ondas, dirigido por el prepotente Santiago Losada en la que da respuesta a las inquietudes y quejas de los oyentes.

La novela Ojos de agua de Domingo Villlar se titula así por el color de ojos de Luis Reigosa y llevará al lector de la mano por la vida cotidiana de los vigueses, por los parroquianos que filosofan en los bares, por los locales de música en directo y por viejas amistad del inspector, cuyo padre, viudo, tiene un viñedo. La relación entre los dos no es mala, pero son parcos en palabras. Por lo general, Caldas es así, un policía silencioso, cauto, que aprovecha los viajes policiales de copiloto para reflexionar, al tiempo que tiene que mantener a raya a su compañero para que no se excede ni usen la violencia, algo que le cuesta y por ello, sufrirá las amenazas del comisario Soto.

Como una novela policial de corte clásico que es, en Ojos de agua el ritmo es el adecuado y las pistas o indicios que encuentra el inspector los sabrá el lector una vez que pasan por la cabeza del inspector. No es una novela en la que la realidad aparezca de forma sencilla, al lector le costará imaginar quién es el asesino de Luis Reigosa y por qué ha cometido el crimen. Y también, como buena novela policial que es, Ojos de agua trata temas sociales de diferente índole que se quedarán en su cabeza.

Desde el fácil acceso a material médico que con facilidad puede ser utilizado como veneno hasta la cultura viguesa, el carácter de los gallegos en contraposición al maño de Estévez y toques de excelente sentido del humor. Pasando por reflexiones sociológicas y urbanísticas varias (muy claramente expuestas en otra novela de este serie que he reseñado previamente, como en El último barco, tercera de la serie). Un novela de este tipo no solo debe ser buena por la manera en que se plantea una investigación policial, también tiene que señalar debilidades y meter un poco el dedo en la llaga de los problemas sociales.

Temas como la homosexualidad, los derechos sociales, incluso la violencia policial o la soledad, aparecen en Ojos de agua, cuyo ritmo, estructura, tono, estilo, narrativa y desenlace son excelentes. Domingo Villar irá madurando con el paso de los años la psicología de todos los personajes principales (Caldas, Estévez y Soto, sobre todo). Pero ya en este inicio dejará ver una serie de enormes virtudes de las investigaciones policiales y narrativa que proseguirá en La playa de los ahogados, segunda novela de serie protagonizada por Leo Caldas.

Con esta novela nos enfrentamos a una sociología diferente a la actual, han pasado 15 años desde su publicación y el feminismo ha evolucionado. Hoy en día, si un jefe flirtea con una empleada es un problema, pero en la novela se usa el humor desenfadado y se refleja cómo los tiempos cambian. Todo cambia, no solo los cuerpos a los que se les inyecta formol. Las relaciones padre-hijo cambian, los hombres se separan de las mujeres (y las mujeres de los hombres), algunos hombres no dan la talla y algunas mujeres tienen atractivas manos que tocan el piano, los secretos son parte del día a día en cualquier relación y la música de jazz se apaga de un día para otro cuando muere un saxofonista.

Reflexiones serias son las que surgen leyendo Ojos de agua, aunque también hay lugar, como hemos dicho, para disfrutar de forma amena con situaciones cómicas, no todo en una novela policial van a ser asesinatos. Eso sí, una seña de identidad en cualquier tipo de ficción en la que hay una pareja protagonista, como suele ser el equilibrio entre dos personalidades muy diferentes que se complementan, aparece con el la relación entre Caldas y Estévez.

Esa relación se mantendrá a lo largo de las siguientes novelas de Domingo Villar, con una cada vez mayor calidad literaria, tramas más complejas y una narrativa más depurada, más pulcra, ya muy potente en esta novela policial. Una obra canónica del género, de gran valor de principio a fin, interesante, con muy buen ritmo, fácil de leer, envolvente para el lector y recomendable para adentrarse en la narrativa del autor y en la ambigüedad del carácter gallego, que saca de quicio a Estévez tanto o más como el caos meteorológico.

Porque en una novela ambientada en Vigo, cerca de las islas cíes, pasar por el alto tanto el juego que dan el tipo de clima como el carácter gallego, sería un error. Y en la novela Ojos de agua de Domingo Villar, errores no hay.

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