reseña de la novela Donde los escorpiones, de Lorenzo Silva

Reseña de la novela Donde los escorpiones, de Lorenzo Silva

El subteniente Rubén Bevilacqua está en un dispositivo policial para llevar a cabo una detención en el núcleo chabolista de El Gallinero, dentro de la Cañada Real. Allí detienen a Mircea, acompañado por una prostituta llamada Jessica. Siempre es difícil tener éxito en una operación así, de hecho Bevilacqua no tuvo éxito en una ocasión anterior en la que rodearon el vehículo en el que estaba y tuvieron que rescatarles. Sin embargo, su nuevo caso no se desarrollará en este lugar dejado de la mano de Dios y de la sociedad en pleno Madrid, sino en otro muy lejano: la base española de Herat (Afganistán).

Donde los escorpiones (Ed. Destino, 2016), de Lorenzo Silva, es la octava novela de la saga Bevilacqua y Chamorro y llevará a la pareja de guardias civiles formada por Rubén Bevilacqua y la sargento primero Virginia Chamorro a investigar en Afganistán el asesinato del militar Pascual González. Este sargento primero de Infantería, militar con experiencias en guerras como Irak, aparece muerto en su corimec, degollado con un amapolero, pero sin signos de violencia o lucha.

Eso sí, en esta investigación policial muy complicada por tener lugar dentro de las actuaciones de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad), con militares de varios países conviviendo en la misma base afgana, no estarán solos. Al cabo Juan Arnau se les sumará, cobrando cada vez más importancia, a la cabo primero Inés Salgado. Los cuatro guardias civiles viajarán tan lejos para encontrarse algo muy parecido a lo que tienen en casa: violencia y pobreza, solo que en forma de guerra en lugar de desamparo, pero llegando también a una especie de guerra en la que todos pierden.

En su investigación en la novela Donde los escorpiones, averiguarán la vida y obra de la víctima, un hombre en proceso de divorcio con una mochila más pesada que un petate militar: los problemas que conlleva haber visto morir a un amigo en la guerra y culpar a otros por ello. Esto, como averiguarán los guardias civiles, le conllevaría una serie de problemas con varios militares, lo que amplía el radio de acción y el número de posibles sospechosos. Lo que también sucede debido a los diversos escarceos sexuales y ligues del sargento primero durante su estancia en Herat.

Con todo ello, esta octava novela de la saga Bevilacqua y Chamorro creo que no tiene todo su valor en el caso policial como tal. Sino que el asesinato del sargento primero de infantería Pascual González sirve como motivo para llevar al lector a algo más interesante: la vida militar en una guerra sin fin, la de Afganistán, y la compleja maraña de colaboraciones y responsabilidades, de líneas rojas que no se pueden cruzar o que para hacerlo hay que pedir permiso a las altas instancias militares para dar cualquier paso. Porque la guerra es la guerra, siempre presente, aunque no sea en primera persona ni de forma constante.

Esto se ve en varios aspectos, como los traspasos de poder en materias de vigilancia de la base, en la que Pascual González tenía que negociar con militares italianos. O en situaciones como interrogatorios a militares o contratistas estadounidenses, que no están obligados a decir nada que suponga ir en contra de los intereses de Estados Unidos, ante lo cual Bevilacqua, Chamorro, Arnau, Salgado y el resto de militares de la base que están a sus órdenes en Herat no pueden hacer nada. De todo ello dará cuenta el lector del libro Donde los escorpiones, conociendo así lo que el propio Lorenzo Silva vio sobre el terreno en un viaje para la documentación del libro.

El valor que también tiene esta novela es mostrar la extrema pobreza en la que viven los afganos y en la propia sociología del país. Una vida en la que los padres venden a sus hijas para que se prostituyan y en la que los afganos que colaboran con fuerzas extranjeras pueden ser objeto de la ira de los talibanes. Los mismos que, como hicieran los rusos durante la estancia militar soviética en el país desde la década de 1970, reclutan una y otra vez a los afganos, que para sobrevivir no tienen más que ir de un bando a otro de manera continua.

Por eso, la novela Donde los escorpiones de Lorenzo Silva creo que tiene más valor como novela de guerra, aunque no se vea directamente un conflicto militar porque la vida en la base es tranquila, que como novela policial. Hay casos mucho más interesantes, como los de novelas como La marca del meridiano o La reina sin espejo. En esta, sin embargo, vale más por lo que cuenta de la pobreza y las consecuencias, tanto para soldados como para ciudadanos, de un conflicto bélico interminable en un país marcado por la violencia, con o sin talibanes en el poder.

Un ejemplo está en la propia psicología de Pascual González, quemado por la guerra, pero más quemado aún cuando no está destinado en una. Un sargento primero de Infantería con continuos cambios de humor y con aires de galán y casanova, irresistible para algunas mujeres. Otros los tenemos en los comportamientos de algunos colaboradores afganos, que también circulan por la base y que son durante la investigación policial sospechosos e inocentes de igual forma que cualquier otro.

Por lo que trata el lado personal de los guardias civiles, Bevilacqua habla con su madre (a la que apenas conocen los lectores), su hijo (ya en la Universidad) y su exmujer Carolina (también con más sombras que luces), formando un equipo consolidado con Chamorro, la que no tiene suerte con los hombres. El joven cabo Arnau gana más importancia con el paso de las novelas y la cabo primero Salgado se muestra tan eficiente como informal y exuberante cuando quiere, tan diferente al carácter y comportamiento más austeros de Chamorro. Pero son cuatro piezas de un puzzle que encaja a la perfección en cualquier terreno, como se vuelve a ver en Donde los escorpiones como en los libros previos.

Lorenzo Silva plantea en esta novela un escenario muy diferente al de otros libros de la saga, como se ha mencionado antes, dando menos peso al caso policial y más al contexto. Tal y como se ha explicado, es más importante el paralelismo entre Afganistán y España en el sentido de que por muy diferentes que parezcan ambos países, el peso de la pobreza y la supervivencia como sea cae por igual en ambos lugares. En pleno desierto o a diez minutos del centro de Madrid, el pobre azotado por el abandono es igual, se llame como se llame. Además de la presencia de las drogas, de un tipo u otro, como continuo mazo que golpea.

Esta es una de las reflexiones más profundas que creo pueden extraerse de Donde los escorpiones, narrado, como el resto de libros, por Bevilacqua en primera persona en un momento indeterminado del futuro. Porque no hay que irse al desierto de Afganistán para sufrir por niñas y también niños obligados a prostituirse, eso lo tenemos en España, no tenemos que irnos a un país del Tercer Mundo. Ni hay que abandonar ninguna ciudad española para ver la extrema pobreza cara a cara, la tenemos durmiendo en muchos cajeros de sucursales bancarias y bancos en jardines.

Y es que hay muchos tipos de guerra, muchos tipos de pobreza. ¿Acaso no estamos en una guerra sin fin en la que cualquier ciudadano de bien se siente impotente, como Bevilacqua y Chamorro, en una lucha continua contra lo que no tiene remedio? ¿Y, peor aún, en una guerra de supervivencia en la que miramos hacia otro lado cuando vemos a una víctima que lo ha perdido todo?

Es posible que sí, que otros países vivan peor y Donde los escorpiones, alusión a que en Herat, donde está la base, había muchos escorpiones que tuvieron que espantarse para construir la base, lo muestra. Pero hay escorpiones mucho peores que esos artrópodos arácnidos, en todos los estratos sociales de cualquier país, incluido el nuestro.

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