Año 1977. El Sauzal (México). Art Keller es un agente de la DEA, la agencia antidrogas norteamericana. En un patio de una casa, más de una decena de cadáveres bañan el suelo de muerte. Incluso una madre con un bebé en brazos, al que ha intentado de proteger, inútilmente. Ese es el precio que ha pagado Art Keller en su lucha contra la droga, contra la cocaína y la heroína. El precio que se paga todos los días en la Guerra contra las Drogas que el Gobierno de Estados Unidos ha declarado a los cárteles mexicanos. Una guerra en la que no está nada claro si se puede decir que uno de los dos bandos es el bueno.
‘El poder del perro‘ (Penguin Random House, 2005), de Don Winslow, es una novela de carácter épico en la que una especie de héroe, Art Keller, debe hacer frente a un mundo demasiado sanguinario y violento como para dormir tranquilo por las noches sin que los fantasmas le visiten por la noche. Y aunque tenga el apoyo de una serie de agentes y hombres que se mueven a ambos lados de la frontera, del bien y del mal, será casi una lucha de uno contra todos.
Porque el retrato que se hace de la lucha contra las drogas en este novela, que recorre unas tres décadas en el tiempo, es perfecto de la primera a la última página, con demasiadas complicaciones como para ser solventadas por un solo agente como Art Keller, que se encontrará con muchos obstáculos y traiciones no solo del lado de los narcotraficantes, en una eterna lucha contra la muerte que nadie es capaz de ganar, en una eterna lucha contra el narcotráfico que nadie quiere ni ganar ni perder.
Porque en esta obra magistralmente escrita la conclusión que se saca es que todos ganan y todos pierden con el negocio de la droga y de los miles de millones de dólares y pesos que circulan de México a Estados Unidos pasando por Colombia, por China y por los países que haga falta. ‘El poder del perro‘, una novela sensacional, dejará con muy mal sabor de boca al lector: esta es una novela policíaca mezcla de novela histórica ambientada en las décadas recientes –con personajes reales que son, bien directamente o bien indirectamente, parte de la obra– demasiado realista como para que todo sea ficción.
El lector no encontrará solo una trama ficticia en la que los muy malos son los narcotraficantes de la familia Barrera (se irá pasando el testigo del poder El Tío Miguel Ángel Barrera y sus sobrinos Adán y Raúl Barrera, aunque el Tío tiene muchos «sobrinos»), sino una serie de subtramas, todas unidas, todas enredadas entre ellas, que le pondrán delante de las narices las relaciones de la política y el militarismo (incluso la religión) estadounidenses y mexicanos durante esos años. Una novela demasiado real y violenta como para ser solo producto de la imaginación de Don Winslow.
Subtramas que se irán sumando las unas a las otras de forma genial. Porque todos los destinos están unidos. Los del irlandés Sean Callan y Sal Scacchi, los de la prostituta Nora Hayden y el arzobispo Juan Parada, los de Luis Donaldo Colosio y Tirofijo y Pablo Escobar. Y los de otros tantos hombres y mujeres, niños y niñas, víctimas y verdugos, representantes al mismo tiempo de las peores organizaciones criminales y de los comportamientos de amor paternal que cualquier hombre puede tener.
Porque Don Winslow no presenta un mundo maniqueo en el que todo se reduce a negro o blanco, a bueno o malo. Realmente, el maniqueísmo no se corresponde con la realidad y ‘El poder del perro‘ es una novela que es cierto que no golpea al momento la conciencia del lector, como sí golpea y azota de forma imparable un terremoto (como el que asoló Ciudad de México en septiembre de 1985, un protagonista más de esta novela), pero sí lo hace a medida que se va tomando conciencia de lo que se narra en sus páginas.
El horror. El que susurraba Marlon Brando encarnando al coronel Kurtz en la épica película Apocalypse Now (dirigida por Francis Ford Coppola, año 1979). Es imposible no ver el horror que asola en la novela, con tantas torturas y muertes de formas tan violentas, crueles y diferentes. Sobre todo es imposible por el primer capítulo de esta obra, que tiene que hacer recordar sí o sí al lector a la famosa escena del napalm del film de Francis Ford Coppola, máxime cuando en la propia narración se realiza una alusión a la guerra de Vietnam.
El poder del perro genera horror. Odio, dolor, muerte, sangre. Cuando te muerde con fiereza, es prácticamente imposible que la presa se suelte. Art Keller no puede soltarse y aunque su fin sea bueno, generará muerte, generará sufrimiento, perderá a su familia en una fijación que ya alcanza lo personal. El hombre contra el mundo, ayudado por muy pocos, obstaculizado por quienes deberían ayudarle y respaldarle. Un mundo en el que los narcotraficantes siempre mueren huyendo. En el que todo está cubierta de niebla roja.
Un hombre que no puede escapar del Infierno, el que se esconde en la selva colombiana o en los campos de amapolas que arden para acabar con la producción de la droga y el trabajo de los gomeros. Porque el Infierno no está muy lejos de nosotros. Está en los rezos a Jesús Malverde. Está en el día a día de la realidad del narcotráfico y sus redes a nivel mundial. Incluso en las acciones ilegales de los Gobiernos, esas que de vez en cuando salen a la luz.
El Infierno, el poder del perro, el dolor de sus mordeduras implacables, el horror, está en la magistral novela ‘El poder del perro‘, donde también, no hay que olvidarlo, también hay lugar para el amor. Porque este sentimiento es capaz de florecer hasta en los campos cubiertos de sangre y de las bocas que ordenan muertes y maldicen; en las manos que empuñan armas y matan, pero también acarician a una hija; en las carreteras donde los narcos se ametrallan o viajan escondidos, o en las que una mujer y un hombre huyen en moto hacia, ¿quién sabe?, un futuro de libertad.