En mi primer libro publicado, el poemario ‘Los versos del destierro‘ (Playa de Ákaba, 2017), cuento una historia, una narración en forma de diario poético, en primera persona y con carácter no autobiográfico. Un poeta se enamora, escribe exaltando la vida y el placer, y termina doblegado ante la muerte, a la que no le tiembla el pulso.
Uno de los poemas de este libro, a la venta en la alcalaína librería Domiduca Libreros, así como en las web de Casa del Libro y Agapea, es ‘Madrid’, una dedicatoria a esta ciudad, al igual que hay otro, ‘Juramento cervantino‘, dedicado a otra ciudad, Alcalá de Henares, y a la Plaza de Cervantes, donde está situada la estatua al escritor Miguel de Cervantes donde transcurre la acción descrita en los versos.
Dejo a continuación el poema ‘Madrid’ para quien quiera leerlo.
Madrid
Tus calles están llenas de dioses y mortales,
del recuerdo de los siglos pasados,
de un presente cosmopolita
y un futuro que veremos desde la tumba;
donde los madrugadores viajan a Egipto
y los enamorados pasean junto a estanques
en los que reposan las almas de los suicidas
y donde el diablo pega un grito;
donde los hombres y las mujeres levitan,
los ramos de flores explotan
y los sonámbulos escuchan jazz y blues
con la Realeza y la Iglesia observando de cerca;
donde el callejero es un bromista
que se ríe de Cervantes y Lope de Vega
y entre los cientos de personas
que esperan el tren en Atocha, estás tú;
donde los versos en el asfalto retumban,
el sol se rebela contra el establishment
y un astrónomo al amanecer se duerme triste
porque no se pueden ver las estrellas;
donde conviven Velázquez, Kandinsky y Goya,
Neptuno y Cibeles se retan cada Liga,
las putas, sin montera, malviven semidesnudas
y las musas nos inspiran día a día;
donde los paseos de coches
se llenan de casetas y de libros
y en los premios del cine
entregan el busto de un pintor;
donde los famosos en cera se convierten,
los leones miran hacia donde no deben
y Chaplin, enfermo del corazón,
se hace fotos en la Plaza Mayor;
donde las modernas torres de cristal
reflejan las fachadas balconadas de los Austrias,
la pobreza duerme en un cajero
y un triste poeta llora en el Metro;
donde los perros callejeros lamen sus heridas,
la juventud se besa en los parques
y los teatros se llenan de fantasía, dramas
y de idiotas que hacen reír mientras cenan;
donde letras y ranas una vez al mes juntas están,
los fantasmas viven en edificios encantados,
los cafés suspiran por las tertulias pasadas
y hay gentes que presumen ser de alta alcurnia;
donde los soldados se congelan,
una profesora de primaria pide en el tren,
las facultades se disparan las unas a las otras
y un mimo de una caja no puede salir;
donde las llamas eternas se apagan,
el pueblo se rebela contra el invasor
y los asesinos y los monarcas
se cruzan en oscuros pasadizos secretos;
donde un barrio es criticado todo el año
pero un día todos corren para llegar primero
y los monumentos sonríen en las fotos
y ven pasar el tiempo;
donde los pandas montan en la noria,
San Isidro lleva una flor en su chaleco
y mientras Colón te recibe en lo alto
pasa desapercibido el pobre Apolo;
donde se mezclan en la noche
el rock and roll y el silencio del convento,
Félix Almagro consigue una macabra gloria
y un toxicómano vomita su vida en un callejón.
Tus calles están llenas de dioses y mortales,
que nacen, se enamoran y mueren,
de modernos, escritores e inadaptados sociales,
de carcas, nostálgicos e historias que no se detienen…